TLAHUI     
NO QUEREMOS PAZ

Fredy Ramón Pacheco
Tlahui, No. 2, II/1996

...Entre la vida y la paz me quedo con la vida...

Odio la paz. "Se conquista con la boca de los cañones" se decía en la antigüedad; en tiempos de Nikita Kruchev. El peor enemigo de la vida es la paz. Nada está más cercano a la muerte como ese hilo de tranquilidad, blanco y espeso pegado al cuerpo de todas las criaturas estáticas. Estoy en la solemnidad de un monasterio escuchando a Bach y por dentro están atormentándome las vísceras, en su desesperado afán por salir del receptáculo resonante; los volúmenes herméticos impiden la fuga de un grito: ¡No hay paz y soy feliz!. Durmiendo se me revuelven las tripas desveladas por el hambre de mujer esa noche y la otra noche por el hambre de saber cómo sobrevivir dos siglos más; conocer el final de esta hermosa desintegración. Duermo y al amanecer un sol de primavera apuñala mi estómago con una daga aún fría, ofrendando la posibilidad de otra guerra hoy. No habrá muerte hoy. Lo se al verme somnoliento en la mueca del espejo agrietado desde la frente. No hubo paz entonces esa noche ni la noche cuando la vieja Esperanza trató de arrancarme de las paredes del útero. En mi primera guerra salí derrotado, era fósil viviente adoquinado parásito de la ternura. No quiero paz en el mundo.

Cuando haya paz todos estaremos muertos. Crece una uña y la muerdo, la arranco de raíz y sale otra vez guerreando desafiando los incisivos. El pelo crece, lo he cortado seiscientas cuarenta y dos veces y sigue saliendo en desafío a la muerte. Toda la vida destripando cucarachas, arañas, moscas, hasta un día antes de venirme al ártico. Aquí no las veo por ningún lado y siento nostalgia por esa guerrita persistente que me entretenía en las noches ociosas o a la hora de comer cuando asomaba la posibilidad de estar en paz. Me preocupa ahora que dejé muchas guerras inconclusas y el silencio es un verdugo. Es la paz una tortura para los seres vivos. Las cucarachas y las moscas también deben extrañarme, muriéndose de viejas en los rincones de la casa sin que nadie las acose y rete sus habilidades naturales para la guerra cotidiana. Y el compadre Jacinto supongo estará triste bebiéndose las cervezas sin oír mis monsergas que le recordaban la necesidad de gesticular a las seis y veintidós minutos de la tarde, para ejercitar los músculos de la risa. La paz es peligrosa y aquí hay mucha paz para mi gusto.

En latinoamérica la paz derrotó a la guerra revolucionaria; ahora todos estamos muertos aquí. Recordando la sabrosa guerra tropical. Muriéndonos de un frío intestinal haciéndole una guerra sorda a los buenazos quebécuas desde el subsuelo. Allá habitábamos en el subdesarrollo y aquí no salimos de un subsuelo. Ahora somos más que muertos moribundos, almas en pena sin paz ni gloria; esperando que se apiade la historia de nosotros los que nos fuimos. Ahora sólo pensamos en éstos cementerios helados todo el año, una lápida idéntica a todas las lápidas, con un dossier frío en "bajo" relieve. Llamarán nuestros hermanos y la grabadora de Bell responderá inmutable: "votre appel a eté transferé à un sistème de traitement de la voix"- oirán mi voz subdesarrollada- Fredy Pacheco- "n'est pas disponible c'est mort si vous plait composé de nouveau". Pero nadie nos llamará porque descansamos en paz y los muertos son muy respetuosos con los que están descansando.

-Seguimos- todos fuimos derrotados por la paz: los montoneros negociaron la paz, los tupamarus negociaron la paz, el M-19 negoció la paz; en Cuba llevaron la paz al paredón y así fueron pacificando todos los vietnam soñados por el impacificable Ché. Los gringos impusieron la paz en Grenada, Sto. Domingo, Haití, Panamá, a punta de USIS. Los socialistas y los comunistas también contribuyeron a conquistar la paz en América. En Chile hicieron un doctorado de pacifismo y brazos caídos abandonando al compañero Allende. En Venezuela los socialistas y los comunistas obelachao chao fueron los campeones de la "paz democrática". Los socialistas y los comunistas "Así se templó el acero" salieron en calzoncillos en la madrugada del 27 de febrero suplicando paz a un pueblo arrecho, a cambio de un Ministerio. Hoy los izquierdistas profesionales, colegiados en la conchupancia durante treinta y cinco años tienen sus flamantes ministerios gracias a la paz. La paz terrible enemiga de la lucha. Antítesis de la vida. ¿Para qué la paz en Guatemala? ¿Quiénes la quieren? El final será el mismo de El Salvador, Nicaragua, Venezuela, etc, etc, porque se vuelven etcéteras los movimientos después de firmar la paz.

Hussein no cree en la paz; el Ayatolah no puede creer en la paz, Shimon Peres y Arafat menos; ellos firman papeles cuando es negocio. Ellos no estuvieron allí con sus pueblos a la hora de la firmadera. ¡Noo! La paz la proponen los imperialistas cuando tienen asegurado el botín. Gritan paz para ganarse el Nobel cuando ya han ganado la guerra. No la ganaron en Vietnam. Abandonaron. Perdieron. En Cuba no podrán firmar tratados de paz mientras exista Fidel de guerra permanente. En el lejano oriente, después de tener consolidados los territorios ocupados, invocaron la paz. Qué maravilla es la paz después de una conquista. La paz es el instrumento de la perversión.

Hay la paz de los templos. Después que los hombres hacen ruidos ensordecedores colocando piedras sobre piedras, buscando la redención, se bajan de los andamios pesarosos. Se ausentan de esos aposentos al no encontrar la paz en las alturas. Saben que Dios no habitará esas mazmorras. No regresan jamás y los templos quedan solitarios y a la soledad la llaman paz. Así llegamos a nuestra soledad y hablamos pendejadas de la paz interior, mientras cada célula libra mil guerras cada fracción de segundo, para no detener la vida. El cerebro envía dos millones de misiles patriotas personalizados por segundo, para mantener en guerra el universo vital. Las guerras intestinas, íntimas, interiores las perdemos cuando firmamos armisticios con los enemigos de nuestras fantásticas guerras; esos pacifistas profesionales o por nacimiento que les conviene tenernos en paz; es decir, muertos, servirles de abono a sus conciencias en guerra. Nuestras conciencias, las de los guerreros impertinentes, no se plantean los problemas de la guerra y la paz; las conciencias simplemente nos acompañan a la cama y disfrutan los orgasmos. Nos acompañan al retrete y expresan su alivio cuando descargamos las inmundicias acumuladas. Suspiran junto a nosotros. Nos miramos al espejo cínicos y salimos a continuar la guerra.

Los que quieren la paz es porque no tienen paz; no han conquistado nunca nada. En cada conquista, antes de sentir paz y morir un instante emprendo otra batalla: por ejemplo se detiene una sonrisa humana ante mis ojos y ese es un preciado botín de guerra. No tengo tiempo para perder esa imagen de paz y sigo mi camino en busca de otra sonrisa humana y río frenético con la locura propia de los seres vivos que están en guerra siempre.

Amor entonces es vida, o sea guerra, y a muchos no les gusta la guerra y no hacen el amor, están en sus trincheras de paz contando los muertos de esa excepcional conflagración universal. Ellos no se mueren nunca mirando desde la ventana a los otros. Ellos tienen su guerra particular en sus incómodos bunkers, mientras los que amamos caemos por bandadas como pajaritos desde las nubes. Cuando nos vamos a escribir otro libro es porque hemos terminado una guerra, entonces buscamos otra amante entre líneas o entre colores que es lo mismo. El caso es ausentarse; evadir la paz antes de los tres minutos disponibles para oxigenar el alma. En estos tiempos computarizados ya venimos con nuestras bombonas de oxígeno integradas y nos bastan segundos para insertarnos la máscara; a veces no nos las quitamos nunca para evitar riesgos y no percibir los traumas del cambio.

Leo en una cajetilla de cigarrillos un mensaje en letras negras sobre fondo blanco gruésamente enmarcado: "Fumer peut vous tuer", (fumando puede morirse), abajo en un círculo dorado una hermosa rubia con una sonrisa impecable; en el canto de la cajetilla los ingredientes: "Toxic constituents: Goudron 14ml; Nicotine 1.2 ml; Oxyde de carbone 14ml.", adentro un calendario. (todo en dos idiomas). Eso lo llamo sinceridad, un sistema civilizado tiene que ser claro y honesto con sus ciudadanos. Está consciente de la gran guerra y administra técnicamente los venenos. Nada oculto...: "fumando, te puedes morir, ésta es la dosis de nuestro producto. ¿Te parece bien? la rubia fuma y fíjate que buenota está; basta un centímetro cúbico de nicotina para matar un caballo, sólo tienes que hacer los cálculos, programar tu muerte y anotar en el calendario que también te suministramos". Es tu guerra, tu decides. En los países atrasados se caracterizan por no hacer la guerra de frente; son maulas, rastreros. Te matan y no sabes cuándo ni cómo; sólo te encuentras un día de bruces sobre el pavimento lamiendo la paz. Estoy de acuerdo que todos los venenos estén en los "depaneurs" abiertos las 24 horas con sus dosis y sus calendarios, así uno puede elegir en el libre mercado de muertes.

Finalmente, el bien y el mal, en todo caso deben permanecer juntos para evitar la extinción de esta rara especie. Pero no quiero guerras externas donde los hombres mueren de verdad porque entonces estaríamos contradiciendo a la muerte. Recordemos que la muerte es paz y no quiero la muerte en esas condiciones.