Afirman: La CIA colocó a Montesinos en el SIN como parte de operación antidrogas

Tlahui-Politic 10 II/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Perú, a 9 de Octubre, 2000. Per - Afirman que la CIA colocó a Vladimiro Montesinos en el SIN como parte de una operación antidrogas. Equipo Nizkor, miembro del Serpaj Europa, Derechos Human* Rights (USA) y del GILC (Global Internet Liberty Campaign). Información.

NUESTRO (Y SU) HOMBRE EN PERÚ.

LIMA, Perú - En los últimos años el Presidente Clinton ha pedido disculpas por el hecho de que la CIA hubiera entrenado a cabecillas de escuadrones de la muerte en Guatemala y ha sacado a la luz pública lo que otrora fueran archivos secretos sobre el asesinato de militantes de izquierdas en El Salvador, Chile y Argentina. La intención era mostrar que la democracia y los derechos humanos han adquirido nueva relevancia para la política estadounidense en América Latina ahora que la guerra fría ha terminado.

Pero el ascenso y caída de Vladimiro Montesinos, el Jefe de Inteligencia del Presidente Alberto K. Fujimori, que recientemente huyó a Panamá en búsqueda de asilo con ayuda de la mano de Washington, sugiere que el cambio en las prioridades puede no ser tan grande.

Hasta su reciente desgracia, el señor Montesinos movía todo bajo la mirada del Presidente Clinton. La CIA continuó sirviéndose de él por su valor como informante aún bastante tiempo después de que hubiera informes fiables alegando que estaba involucrado en torturas, desapariciones, fraude electoral y aceptación de sobornos de narcotraficantes. Incluso el Departamento de Estado, que ha presionado con fuerza en aras de la apertura democrática en Perú, le usó como mediador en las negociaciones con el Presidente Fujimori.

La experiencia nos lleva a preguntarnos qué ha cambiado desde los días en que Washington promovió, de manera más o menos abierta, las tendencias autócratas de Anastasio Somoza en Nicaragua, Augusto Pinochet en Chile y Manuel Noriega en Panamá.

También en aquellos días se hablaba de "valores democráticos". No obstante, en la práctica, tales valores tenían éxito en los debates políticos sólo cuando convergían con intereses de la guerra fría, tales como contener a Cuba, derrocar a los sandinistas nicaragüenses o detener el ascenso de los rebeldes salvadoreños de izquierda. Los tiempos de apogeo para hacer negocios con generales y dictadores fueron los años 50, 60 y principios de los 70. Después, las administraciones Carter, Reagan y Bush incorporaron a sus manuales de juego el patrocinio de elecciones libres como forma de mantener a la izquierda lejos del poder. Confiando en electorados que no eran radicales, contribuyeron a apoyar la dramática salida de América Latina de la era de los gobiernos militares. De modo que para cuando el Presidente Clinton proclamó su apoyo a la democracia, estaba éste en la moralmente confortable posición de tratar casi exclusivamente con presidentes civiles.

Sin embargo, por todas partes afloraban imperativos políticos nuevos a corto plazo. En Colombia y Perú aumentaba el comercio de drogas y sobrevivían los movimientos guerrilleros de antaño. Se necesitaba pistas para localizar la última ruta del tráfico de cocaína o para frustrar los ataques terroristas. De este modo, todavía había tentaciones (y recompensas) de tratar con los congéneres del señor Montesinos. "El problema es que la gente de la CIA quiere recabar información de inteligencia y la gente de la DEA quiere mostrar buenos números en interceptaciones y el argumento de los derechos humanos es pasado de largo", manifestó Elliott Abrams, quien fue asesor del Secretario de Estado del Presidente Reagan para asuntos Interamericanos. "Llega un momento en que tienes que decir 'no me importa que sea útil porque es un monstruo'."

En el caso del señor Montesisnos, ese momento llegó finalmente en septiembre, cuando estalló un escándalo interno a tenor de su implicación en el soborno a un diputado. Meses antes, afirman funcionarios del Departamento de Estado, el Departamento de Estado había cuestionado la continuidad de las relaciones de Estados Unidos con él porque había pergeñado los sucios entresijos de la campaña que condujo a la viciada elección del señor Fujimori en mayo. Pero lo que finalmente inclinó la balanza en su contra tuvo poco que ver con los derechos humanos o la democracia. Cuando irrumpió el escándalo del soborno ya había perdido la simpatía de la CIA porque ésta contaba con evidencia de que estaba involucrado en, o al menos sabía de, el tráfico de armas de Perú a la guerrilla colombiana en el preciso momento en que Washington preparaba un golpe contra las drogas en áreas controladas por los rebeldes.

La situación recordaba a la caída del General de Panamá, Noriega, quien un día le hacía favores a la Casa Blanca y otro a Fidel Castro, hasta que el Presidente Bush le echara del poder. El señor Montesinos, al igual que el General Noriega, también se jactaba sin vergüenza alguna de su cercana relación con los americanos para así realzar su poder en casa. En 1998, cuando amenazaba otro escándalo, prácticamente cogió por sorpresa al General retirado Barry R. McCaffrey, el zar antidrogas del Presidente Clinton, para así aparecer en la televisión peruana estrechando su mano durante una visita oficial.

Según antiguos oficiales de inteligencia peruanos, el señor Montesinos devino un informante a sueldo de la CIA a principios de los años 70, cuando, como joven capitán, trabajaba en la oficina del prime ministro. Un dictador militar de izquierdas estaba en el poder y el señor Montesinos canalizó documentos hacia la Embajada estadounidense que detallaban la compra de armas a Rusia. Fue acusado de traición en 1976 y cumplió un año de cárcel.

A lo largo de los años 80, el señor Montesinos mantuvo una estrecha relación con la Embajada estadounidense incluso siendo el abogado de narcotraficantes. A finales de los 80, sin embargo, su relación más importante se dio con el señor Fujimori; el espía logró hacerse imprescindible al filtrar al candidato encuestas gubernamentales y luego usar sus aptitudes como abogado para arreglar un problema de impuestos. Años después, el señor Montesisnos se ocupó incluso del divorcio del señor Fujimori.

Cuando Fujimori asumió el poder en 1990, el señor Montesinos se convirtió en su jefe de inteligencia no oficial y, pronto, en el enlace principal de la CIA. Cuando la CIA creó una operación antinarcóticos en la agencia de inteligencia peruana, colocó al señor Montesinos al frente. Como hombre que podía coordinar las con frecuencia displicentes órdenes militares y policiales, se convirtió en una persona muy valiosa para la guerra americana contra las drogas. Entre 1994 y 1998 la producción y el tráfico de cocaína se redujeron notablemente, y los diplomáticos estadounidenses todavía le reconocen esto a regañadientes.

La relación tenía dos direcciones. Cuando unos terroristas tomaron como rehenes en la residencia del Embajador de Japón en 1996 a varios diplomáticos y funcionarios, afirman antiguos funcionarios estadounidenses, oficiales americanos ayudaron al señor Montesinos en la planificación del rescate con asesoramiento, imágenes vía satélite y aparatos de escuchas.

"Sin duda alguna, los Estados Unidos se beneficiaron de alguna manera del trato con Montesinos", afirmó Robert A. Pastor, el principal asesor de Carter en temas latinoamericanos. "Pero los beneficios se vieron descompensados por el coste de ser utilizados por Montesinos para satisfacer sus propios propósitos y en último término, por el hecho de que los Estados Unidos se vieran manchados por la relación".

[Fuente: Clifford Krauss para New York Times, New York, 8oct00. Traducción al español del Equipo Nizkor sólo para uso del Equipo Nikor.]

From: Editor Equipo Nizkor nizkor@teleline.es
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