Salir del fuego para caer en las brasas

Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Argentina, a 15 de Febrero, 2000. Salir del fuego para caer en las brasas, por Sergio Ramírez:

En Argentina, la paridad cambiaria ha cumplido varios años desde su imposición. Muchos la estiman como un sistema previo a la dolarización. La experiencia señala el desastre que esa política resulta para los pueblos. Hoy, los trabajadores y el movimiento popular argentino asumen con más fuerza la resistencia contra los efectos de la convertibilidad y de las nuevas "flexibilizaciones laborales" del gobierno de De la Rúa.

Carlos Menem impuso la paridad de la moneda Argentina con el dolar bajo el pretexto de detener la hiperinflación que afectaba a la economía del país. Disminuyó significativamente el proceso inflacionario. Pero, para mantener una falsa paridad entre ambas monedas se utilizó todos los millones de dólares recibidos como producto de la privatización de los servicios y riquezas nacionales que eran privatizables. Al acabarse tales ingresos, que no fueron invertidos en la producción, se dio inicio a la fase recesiva más dura en la vida económica del país. El gobernante transandino y sus corifeos hablaban orgullosos de la "dolarización plena", no mencionando que se había devaluado el Peso en al menos un 100%. La paridad entre el dólar y el peso resultaba ficticia. Se iniciaba así el largo calvario económico para la mayoría del pueblo argentino.

El pueblo no mejoró su precaria situación económica a partir de la puesta en marcha de la paridad cambiaria. Por el contrario, sus condiciones de vida empeoraron. La inflación bajó, pero ello no tiene mayor incidencia en la "macroeconomía familiar" de millones de hogares modestos que tenían y ya no tienen ingresos. Sólo los ricos salieron más beneficiados a partir de 1991, cuando se implementara el proceso de "dolarización", hasta ser dueños en el presente de una porción mayor de la riqueza del país. Así, en un proceso acelerado, se han agudizado las diferencias sociales, el abismo que separa a pobres, cada vez más pobre, y a ricos,cada vez más ricos, se ha profundizado. Tales diferencias se consideraban antes como las menores de Sudamérica.

FRACASO DE LA ADMINISTRACIÓN MENEM

Un análisis comparativo de indicadores económicos entre 1991 y 1998 señalan, en forma indiscutible, que la gestión económica de la administración de Menem fue un completo fracaso y un desastre para la situación de millones de argentinos. En efecto, el desempleo, al instante de la modificación cambiaria, que alcanzaba a un 6% de la masa trabajadora, subió a un 20% en 1998 (3 millones de trabajadores cesantes). Mientras que el subempleo aumentaba de 1% a 15% entre los años indicados.

Los indicadores del deterioro económico provocados por las políticas neoliberales del gobierno "justicialista" son abismantes. En el período citado se registran, por ejemplo, que el déficit fiscal ascendía a 62 mil millones de dólares en 1991 y que para 1996 era equivalente al 4,5% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir, se elevaba a 95 mil millones de dólares. Mientras que la riqueza acumulada en 1991 por el 20% más rico de la población alcanzaba al 42% del PIB, en 1998 era de un 58% de tal producto. En cambio, el país se deslizaba por la pendiente de la bancarrota, como lo indican los índices de la deuda externa: de 60 mil millones de dólares (1991) se elevó a 140 mil millones de dólares. Sólo la deuda privada había crecido en 45 mil millones de dólares. Además, mientras la contracción de la producción industrial era casi inexistente y no se registraban dados sobre industrias y comercios desaparecidos en 1991, disminuía un 11% la producción señalada, 25 mil industrias y similar cantidad de tiendas y comercios se cerraban en los 5 años siguientes. El descalabro económico era total: En 1991 el crecimiento del PIB fue de 0,5% y en 1998 se alcanzan cifras negativas de menos 5,5%. Las consecuencias negativas de la recesión económica se descargan sobre las espaldas de los sectores populares. Así, el Impuesto al Valor Agregado (IVA), que en 1991 era de un 13% es alzado a un 21% en 1998.

Las promesas demagógicas de Menem sobre las virtudes del modelo neoliberal de economía, que aplicaba de acuerdo a los dictados del FMI y de las transnacionales, y las ventajas de la conversión monetaria, han sido destrozadas por la realidad. Los ingresos por las privatizaciones de bienes y servicios no se utilizaron para financiar los ofrecimientos de más educación, salud y atención a los jubilados, que se había prometido reiteradamente. Por el contrario, los presupuestos de salud y educación disminuyeron permanentemente y los jubilados ven reducida su esperanza de mejores condiciones de vida. Tampoco ingresaron más capitales extranjeros, reduciéndose la inversión extranjera. El gobierno de Menem no era más que una nueva mentira, tras la cual se esconden los privilegios otorgados a los grupos económicos nativos y extranjeros. Mientras tanto, los trabajadores reciben sus salarios con meses de atraso y sin derechos que fueron eliminados al imponerse la "flexibilización laboral". Como evaluación de la gestión económica de la administración menemista se puede repetir que para los trabajadores no hay peor impuesto que un gobierno oligárquico.

EL CONTINUISMO DE DE LA RUA

El reemplazo de Menem por De la Rúa tiene para el pueblo Argentina el significado de "salir del fuego para caer en la brasas". En efecto, el nuevo presidente socialdemócrata-neoliberal, cumpliendo con requerimientos e imposiciones de la burguesía nacional y del capital financiero internacional, ha enviado al Congreso un proyecto de ley que acentuará la denominada "flexibilización laboral" que impulsó el gobierno de Menem y cuyos resultados concretos son el aumento de la desocupación y explotación de los trabajadores y el aumento de las ganancias patronales. Así, la burguesía Argentina logrará avanzar más en su estrategia de imponer un nuevo modelo de acumulación sobre las ruinas de su anterior fracasado modelo de los años 60, basado en el mercado interno, el subsidio a la burguesía industrial, el rol tutelar del Estado para financiar e impulsar los planes de los grupos económicos y empresariales y el "pacto social" con la burocracia sindical. Crisis provocada por el auge de las luchas de partidos, movimientos populares y revolucionarios, la creciente autonomía de las organizaciones sindicales y el despliegue de propuestas alternativas al sistema dominante que -lamentablemente- no alcanzaron el desarrollo ideológico, la unidad necesaria y la fuerza para enfrentar y aplastar la reacción brutal y asesina de los cuerpos castrenses, determinada por la burguesía Argentina, con la complicidad y ayuda del imperialismo norteamericano.

La dictadura militar hizo suya la doctrina neoliberal y procedió a borrar, mediante la imposición del crimen y la represión, todas las causales que consideró habían provocado la crisis en el modelo económico existente hasta antes de su intervención criminal. Estimaban que la culpa de la crisis residía en el intervencionismo estatal en la economía, el exagerado gasto social y los "privilegios" que habían alcanzados los trabajadores con sus luchas reivindicativas. Y actuaron en consecuencia. Impusieron todos los dogmas neoliberales que les dictaran los ideólogos y voceros del nuevo modelo de acumulación en los marcos del unipolarismo y de la globalización.

Durante los años de gobierno civiles que sucedieron a la dictadura militar, las organizaciones patronales y los partidos que defienden los intereses de la burguesía han tratado de disminuir el valor de los salarios de los trabajadores, eliminar las imposiciones sociales, que les imponen leyes y convenios colectivos, y las "rigideces del mercado laboral", que le restarían competitividad. Sus propuestas para minimizar el rol del Estado y convertirlo en una especie de Departamento de Relaciones Públicas, no logran ocultar que gracias al manejo y control que ejercen sobre ese Estado tan repudiado, han desatado verdaderos genocidios para defender sus intereses de clase, eliminado gravámenes justos a sus riquezas y ganancias desmesuradas, determinado salarios miserables a los trabajadores y modificado la distribución de la renta nacional que pasó de casi un 50% para los trabajadores en 1975 al 18% actual. El 32% que los trabajadores han dejado de percibir (unos 100 mil millones anuales).ha pasado a engrosar las arcas de los empresarios, que continúan criticando la "rigidez del mercado laboral", junto con exigir se aumente la "transparencia" y la "competitividad".

La "flexibilización laboral" impuesta por Menem modificó las normas de contratación y despido de los trabajadores, mediante la disminución de los montos de las indemnizaciones y la reducción de las cargas sociales a un nivel mínimo. La Alianza propone ahora ampliar de 30 días a un año el plazo "a prueba" de los trabajadores recién contratados (sin derechos laborales), plazo que se había fijado en1998, "a cambio" de reducir considerablemente las indemnizaciones. Pero, las medidas contra los trabajadores no terminan en tal propuesta.

LIQUIDAR LAS CONQUISTAS SOCIALES

En Argentina, al igual que en la mayoría de los países de la región, se ha eliminado la jornada de las 8 horas de trabajo. Los trabajadores desempeñan 2.300 horas anuales. Es decir, algo más de 9 horas diarias de promedio. Esta jornada laboral es una de las causas del desempleo. El anterior y el actual gobierno coinciden en esta explotación inhumana. Además, los gobiernos neolibelares y empresarios han centrado su acción en liquidar la convención colectiva del trabajo, presionando en pro de la asignación del salario por empresa, por sección, por trabajador aislado, determinando montos miserables (actualmente 200 pesos) para el denominado "salario básico" y fijando cualquier mejora salarial a los niveles de rentabilidad de la empresa. En ese proceso han eliminando aportes patronales que constituían el llamado Salario Indirecto (jubilación, obra social, vacaciones pagas). Ahora, el gobierno de De la Rúa trata demagógicamente de dar un carácter progresista a la intención de aprobar la negociación por empresa con el falaz argumento de que debilitaría a la "burocracia sindical", en circunstancias que tal iniciativa mantiene la primacía de las organizaciones con personería gremial sobre las simplemente inscriptas (el caso de las que adhieren a la CTA) para garantizar el monopolio de la CGT en la negociación. Y, en aras de la "polifuncionalidad" del trabajador, han eliminado categorías y funciones laborales que establecían las convenciones colectivas de trabajo. Así obligan a que un mismo trabajador haga diversas tareas y de diferente calificación. Según determinen los patrones de acuerdo a sus intereses económicos, el trabajador deberá estar dispuesto tanto para manejar un proceso automatizado como para barrer los pisos de las industrias o sevicios. Con la imposición de la "ultractividad" que ahora se propone, se busca liquidar el resto de las convenciones colectivas y legitimar la superexplotación cuasi esclavista.

Todo el proceso "flexibilizador" ha seguido la misma secuencia y contado con los mismos actores: la burguesía arremete contra los trabajadores e impone nuevas normas laborales "más allá de lo legal". Transcurrido un un tiempo, reclama contra las leyes obsoletas y el gobierno envía proyectos de "flexibilización" que legalizan las arbitrarias normas patronales. El Congreso los aprueba con el consentimiento de la oposición. La dirección de la CGT primero se opone, luego negocia el mantenimiento de sus prebendas y termina aceptándolos de modo explícito, como los llamados acuerdos marco que firmó con Menem) o guardando cómplice silencio. La historia se repite: En los primeros días de enero se conoció que para firmar el nuevo stand by con el FMI se requerían "reformas estructurales", que incluían la reforma laboral y el ajuste en las provincias. Al encontrarse con la "inesperada" resistencia de la CGT, el gobierno de De la Rúa presionó retirándole la administración de los fondos de las obras sociales y pretendiendo que la reforma flexibilizadora es contra la burocracia sindical. El inexplicable silencio de la Central de Trabajadores Argentinos ha facilitado la maniobra de presentar tal política antiobrera como una iniciativa progresista y democrática.

Es el momento de definiciones y de lucha en Argentina. Se debe soprepasar a quienes no pueden dejar de mirar al poder, buscando disfrutar de migajas del banquete estatal, antes de definir un gesto de resistencia. Los que están decididos a enfrentar el continuismo de una política, la neoliberal, que ha llevado al país al desastre, deben estrechar un accionar unitario. Sin resistencia popular es imposible pensar se detengan las medidas reaccionarias del nuevo gobierno, ni menos en construir y fortalecer una alternativa política. Un proceso de debates en la izquierda, en medio de la lucha de resistencia contra las políticas neoliberales, posibilitaría la alternativa a oponer al capitalismo argentino.

From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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