A proposito de los derechos humanos

Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 9 de Marzo, 2000. A A proposito de los derechos humanos, por Sergio Ramírez, documento editado desde el 1 de Enero de 1988.

Hasta la década de los 70, no había en América Latina una inquietud explícita por los DD.HH. Se consideraba a ésta integrada en el "consensuado" y aceptado "clima democrático" imperante, a pesar de ser la región escenario de una aguda lucha social clasista. Al ser tales derechos atropellados sistemáticamente por dictaduras militares, de diferentes connotaciones ideológicas, la preocupación por su defensa se ha transformado en una de las claves de la lucha en la región y se ha situado en el horizonte de todo proyecto liberador revolucionario.

La violación de los DD.HH. significa destruir las condiciones indispensables para la convivencia, dado que se trata de derechos fundamentales sobre los cuales se construye la totalidad del orden social. En efecto, ellos no constituyen una novedad singular. Son, en lo esencial, los derechos básicos y las libertades fundamentales proclamadas desde fines del siglo 18 e incorporadas como garantías constitucionales durante los siglos 19 y 20 por la mayoría de los Estados. Como concepto globalizante, se materializa en la Carta de Naciones Unidas y sus declaraciones, pactos e instrumentos derivados, que le dan un carácter programático en el orden internacional; son una consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y el triunfo de los pueblos sobre el nazifascismo, que había impulsado como política de Estado el exterminio de ciertos pueblos, así como el menosprecio a la dignidad humana.

La temática en torno a los DD.HH. es amplia y compleja, dado que tiene que ver con aspectos centrales de la concepción del Estado y el Derecho. Está relacionada con la esencia del capitalismo, que origina una moral y una juridicidad que tratan de justificar la explotación, intentando pasar lo innatural por lo natural y ser representativa de la ética más elevada.

Frente a los DD.HH. hay diferentes concepciones, determinadas por la filiación filosófica y política que se sostenga. Existe, sin embargo, un amplio espacio de coincidencias ideológicas. Por lo cual, es posible la lucha unitaria por el desarrollo de una política conjunta de defensa, promoción y ejercicio real de ellos, aunque se limite su contenido global. Así, en América Latina, la defensa de la vida, el reclamo masivo por la libertad y la democracia, las exigencias de trabajo, educación, salud y bienestar, el rechazo a la impunidad de los crímenes dictatoriales, desbordan, muchas veces, los lindes ideológicos y se transforman en poderosas corrientes de entendimiento y unidad.

DESDE POSICIONES REVOLUCIONARIAS

Tales aspectos de la realidad hacen indispensable escudriñar a fondo en el significado de los DD.HH. desde posiciones revolucionarias. Abordamos el tema como un esbozo que considera atención especial a la experiencia de estos años y el análisis del Estado y las normas jurídicas, pero lejos de cualquier enfoque mecanicista que relegue a los DD.HH al papel de apéndices superestructurales. Es una exigencia de consecuencia política que tiene derivaciones prácticas. Una visión errónea contribuyó a que a su amparo se organizara el fascismo y se prepararan los sangrientos golpes militares de las décadas de los 60 y 70 en América Latina. El pensamiento de Marx es una valiosa contribución para una explicación de estos hechos. Para reproducir una frase de Marx, según quien el "ancien régime" es la tara oculta del Estado político representativo, hay que comprender bien que si dicha tara tiende a hacerse evidente. El fondo del problema reside allí precisamente donde dicha tara permanece oculta. Y entre éstas, la oculta vocación del "ancien régime" del Estado liberal que permite comprender como, en determinadas condiciones, éste puede transmutarse en Estado Fascista sin significativos cambios de personal y sin profundas conmociones político-jurídicas.

Los DD.HH. tienen un origen histórico y están, por tanto, directamente ligados a la lucha de clases. Marx, en una frase plena de significado define este sentido. Dice: "Los hombres tienen historia porque se ven obligados a producir su vida y además a producirla de un determinado modo" ("La ideología Alemana"). Así, los DD.HH. surgen en su expresión con la burguesía triunfante; la acompañan en su explendor y son abandonados por ella bajo el embate de la lucha de clases. Pasan entonces al proletariado, al que le corresponde llevarlos adelante desde el punto alcanzado en el apogeo de la burguesía, traspasando los límites señalados por la Revolución Francesa que, sin duda, "gestó ideas que condujeron más allá de todas las concepciones anteriores de la condición humana" (Marx, K., Engels, F., "La Sagrada Familia").

Con la Revolución Francesa culmina la quiebra del Derecho Natural en favor de un Derecho racional, normativista y positivo. En su estructura formal, el sistema jurídico liberal entra a garantizar conceptualmente la libertad personal, política y económica mediante leyes generales. Este nuevo derecho dibuja con claridad la silueta del ciudadano dentro de la sociedad civil, y la del hombre, miembro de la sociedad civil. El burgués no aparece en los textos jurídicos, aunque es la figura omnipotente del sistema de dominación, el sujeto por quién se organiza la sociedad. Su clase, portadora de la fuerza de la Revolución Industrial, disfruta de la libertad, la igualdad y la fraternidad que proclama la Revolución para todos. Los proletarios, campesinos, artesanos, pequeños burgueses, quedan al margen, invitados silenciosos, autorizados a contemplar el festín desde la puerta; son acreedores formales de los mismos derechos que la burguesía, pero están excluidos de su ejercicio real.

El hombre del capitalismo, lobo de sus semejantes, aislado y egoísta, sólo puede relacionarse con los otros hombres con una "medida" de libertad si se le asegura que ella no será interferida por otros ni por el Estado. Es el reino de la libertad para todos, abstracta e ilusoria, que no invade la libertad de cada uno, también abstracta e ilusoria. Al respecto, Marx escribía: "Los llamados derechos del hombre distinguidos de los derechos del ciudadano no son sino los derechos de los miembros de la sociedad civil, o sea del hombre normalmente egoísta, aislado de sus semejantes y del conjunto de la sociedad. Por consiguiente, no se liberó al hombre de la religión sino que se le concedió la libertad religiosa. No se le liberó de la propiedad privada sino que se le concedieron los derechos de propiedad. No se le liberó del egoísmo de la empresa privada, sino que se le concedió la libertad de empresa" (Marx, K., "La cuestión judía").

La Revolución burguesa que desarrolla la división entre sociedad civil y Estado, entre hombre y ciudadano, es una revolución política que busca la atomización de la sociedad tradicional. Objetivo necesario para conformar el espacio y asegurar el funcionamiento del mercado capitalista, imponiendo un interés general a la multiplicidad de intereses particulares, el interés compartido por todos los capitalistas individuales de asegurar el funcionamiento ordenado del proceso de creación y apropiación de plusvalía.

Es la burguesía la que elabora los conceptos de libertad e igualdad válidos para la sociedad política que se imprimen en la sociedad civil. Se posibilita el desarrollo pleno de la propiedad restrictiva y absolutista de la tradición románica y de la libertad de empresa, básica para los negocios en vasta escala. Se favorece sobre todo la igualdad de contratación que permita al capitalista contratar "de igual a igual" con el obrero, "igualdad" que desde la perspectiva del proletario, significa que contrata aisladamente con el patrón y vende a éste su mercancía que es su fuerza de trabajo. El contrato es la base nuclear de la sociedad burguesa, que permite romper el aislamiento de cada individuo y ejercer en esta relación su supuesta libertad e igualdad.

LAS ILUSIONES COMIENZAN A DISIPARSE

La superestructura capitalista es recorrida por la tensión entre el hombre y el ciudadano, expresión de la existencia entre el proletario y el burgués, que plantea desafíos permanentes y llega a desestabilizar al sistema cuando se agudiza la lucha de clases.

No había pasado mucho tiempo desde la Revolución Francesa y ya las ilusiones se habían disipado. Marx ha descrito tal hecho: "...la contradicción fundamental de esta Constitución consiste en lo siguiente: mediante el sufragio universal otorga la posesión del poder político a las clases cuya esclavitud social viene a eternizar: al proletariado, a los campesinos, a los pequeños burgueses. Y a la clase cuyo viejo poder social sanciona, a la burguesía, la priva de las garantías políticas de su poder. Encierra su dominación política en el marco de unas condiciones democráticas que en todo momento son factor para la victoria de las clases enemigas y ponen en peligro los fundamentos mismos de la sociedad burguesa. Exige de los unos que no avancen, pasando de la emancipación política a la social y de los otros que no retrocedan pasando de la restauración social a a la política" ("La lucha de clases en Francia").

Y ha dicho en otro escrito, respecto del real sentido de tales derechos: "El inevitable Estado Mayor de las Libertades en 1848, la libertad personal, de prensa, de palabra, de asociación, de reunión, de culto, de enseñanza, etc., recibió un informe constitucional que hacía de estas invulnerables. En efecto, cada una de esas libertades es proclamada como el derecho absoluto del ciudadano francés, pero con un comentario adicional de que esas libertades son absolutas en cuanto no son limitadas por los "derechos iguales de otros y por la seguridad pública" o bien por "leyes" llamadas a armonizar esas libertades individuales entre sí y con la seguridad pública. (......) En lo sucesivo, ambas partes invocan, por tanto, con pleno derecho, la Constitución, los amigos del orden, al anular todas aquellas libertades y los demócratas al exigirlas todas. (.....) En la frase general, la libertad, en el comentario adicional, la anulación de la libertad. Por tanto, mientras se respetase el nombre de la libertad y sólo se impidiese su aplicación real y efectiva, por vía legal se entiende, la existencia constitucional de la libertad permanecía íntegra, intacta, por mucho que se asesinase su existencia común y corriente" ("El dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte").

En la concepción liberal de los DD.HH. hay una contradicción interna. Por una parte se afirma la existencia de derechos válidos para todos los países, cualesquiera sean las características de sus regímenes políticos y sociales, para todos los lugares y tiempos. De otra parte, se propone como modelo para la realización de tal exigencia a un sistema jurídico bien definido en el tiempo y el espacio (el derecho burgués) ligado a un sistema político y económico determinado (el capitalismo). Por lo cual, el capitalismo funciona como un sistema en equilibrio inestable, en permanente ajuste a las condiciones que le permitan el crecimiento y la reproducción de sus características esenciales. Enfrentada a la lucha popular, la burguesía trata de conceder lo menos posible, aunque maniobre, a menudo con éxito, para que lo menos aparezca como lo más, para que el cambio de apariencias reemplace el cambio de fondo. En efecto, del mismo modo que la racionalidad capitalista afirmaba que el trabajo es la "fuente de toda riquezas" para poner justamente esa riqueza en manos de quienes no trabajan, su legalidad proclama la participación formal de las masas para impedir su lucha. Su finalidad y carácter fundamental es abstraer y elevar el contenido del derecho a una forma en la cual la lucha de masas sea imposible. Las legislaciones laborales de las sociedades capitalistas apuntan en tal sentido.

LA LIBERTAD ES EL DERECHO FUNDAMENTAL

La libertad es el DD.HH. por excelencia, el más básico, referido a la esencia del hombre, atado por alienaciones que lo fragmentan y destruyen en el capitalismo. En efecto, en la sociedad capitalista, la libertad y la servidumbre son las dos caras inseparables de la misma moneda. La libertad económica se confunde con la libertad de empresa que permite la explotación del trabajo ajeno; la libertad política asimila el "mundo libre" al mundo del capitalismo, como concepto. En fin, la libertad pasa a ser un atributo eterno del individuo, que no se refiere para nada a la especie o a la sociedad. Así, dividido en su mismo ser, el hombre se transforma en un medio para su existencia. Ante él, enemiga, extraña, se alza una fuerza ajena, su propio trabajo, objetivizado en la mercadería, que lo oprime en vez de exaltarlo. Entre tanto, las causas de su situación desaparecen desdibujadas en las tinieblas de la ideología dominante. Ante esto, el sentido de la lucha se hace más claro: la reconquista del hombre por sí y para sí mismo, la recuperación de su esencia rota como ser social y por ende como hombre en el hombre. Marx lo señala con claridad: " El comunismo, supresión positiva de la propiedad privada que es la alienación del hombre es, por ello mismo, apropiación real del ser humano por el hombre. Es la restauración del hombre completo, consciente y que no renuncia a nada de la riqueza adquirida por el desarrollo anterior del hombre social, es decir, del ser humano". Por lo cual, no se trata, ciertamente, de remitir esas aspiraciones libertarias a la conquista del socialismo exclusivamente, sino de actuar ahora mismo en su desarrollo y ampliación, que objetivamente contribuyen a la liberación de los explotados.

La libertad se proyecta en la democracia en el plano político, que es el régimen que postula sin reservas la teoría y la práctica revolucionaria, criticando las deformaciones que ella sufre en el capitalismo, sus debilidades y vicios parlamentarios, sus ineficiencias, su formalismo, en cuanto representan un mecanismo adicional de dominación. En esta perspectiva adquiere sentido pleno la afirmación de que no hay socialismo sin democracia. Que subentiende, eso sí, otra afirmación: las formas de la democracia socialista deben brotar orgánicamente de relaciones sociales de carácter socialista.

La concepción revolucionaria de los DD.HH., más amplia y profunda, que hace brotar lo valioso de las libertades civiles y políticas, enarboladas en la Revolución francesa por la burguesía, y enfatizar la libertad igualitaria o social, es una síntesis, que niega y afirma al proyectar la liberación humana a la liberación de la tiranía de la propiedad privada. Al terminar con la plusvalía acaba con la posibilidad de explotar el trabajo ajeno y abre las puertas al desarrollo pleno del hombre social. La revolución libera al hombre de la propiedad y del lucro, hace también libre a la libertad, le devuelve su verdadero sentido fundamental de derecho del hombre. En tal sentido, se requiere examinar más de cerca cada uno de los DD.HH en su contenido ambivalente de progreso y negatividad, para determinar cuáles merecen ser tales desde un punto de vista revolucionario. En todo caso, para los revolucionarios no es un DD.HH. el derecho a la propiedad de los medios de producción, que siendo un derecho de los burgueses es un atentado permanente contra el proletariado y el resto de la sociedad. No lo es tampoco el derecho a practicar la ideología fascista, que representa un mecanismo extremo de defensa del derecho a la explotación del trabajo ajeno y, a la vez, una manifestación terrorista del capital financiero. Ni puede serlo la impunidad a los crímenes de lesa humanidad, al genocidio, a la tortura y tratos crueles, inhumanos y degradantes. En cambio, el derecho a la vida, que constituye una exigencia de la naturaleza misma, la libertad y la igualdad son, claramente, derechos esenciales por los cuales luchan los revolucionarios.

Las clases dominantes ensayan incansablemente fórmulas reformistas ante la lucha ascendente de los pueblos, que conquistan nuevos derechos y pretenden ejercerlos. Tales maniobras tienen sus propios límites. Las contradicciones del sistema y su irracionalidad las conducen a crisis. La burguesía, ahogada por su propia legalidad, amenazada por los derechos y libertades que ha proclamado como razón de ser del "régimen democrático", abandona la máscara del reformismo que ya no le sirve y lanza, desata, a las jaurías asesinas de los aparatos represivos del Estado en pos de una solución sangrienta del conflicto social. Esto es el fascismo, que seguirá garantizando la propiedad y la explotación. La historia de las luchas de los pueblos de América Latina está llena de experiencias que avalan lo afirmado. Pero también se constata que la lucha por la plenitud de los DD.HH. ha adquirido un nuevo vigor en la región. Las fuerza más consecuentes en esta lucha son los pueblos. Las amplias masas populares demuestran cada día su decisión de conquistar la libertad.

From: "sergio" s.ramirez@telia.com
From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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