Fascista español y abogado de Endesa España, dirige la defensa de Pinochet

Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 1 de Mayo, 2000. Chl - El fundador de "Patria y Libertad" y abogado de Endesa España, dirige la defensa de Pinochet. Equipo Nizkor. Derechos Human Rights. Serpaj Europa. Información.

LOS SECRETOS DE LA DEFENSA DE PINOCHET: UN MES ANTES DE LA DECISIÓN DE STRAW YA SABÍAN QUE PINOCHET VOLVÍA A CHILE Y EL FUNDADOR DE PATRIA Y LIBERTAD Y ABOGADO DE ENDESA ESPAÑA, PABLO RODRÍGUEZ GREZ, ORGANIZA Y DIRIGE EL EQUIPO JURÍDICO.

Un mes antes del regreso del general (R), un equipo de 10 juristas comenzó a planificar las líneas para enfrentar los juicios en Chile. La incorporación de Ricardo Rivadeneira buscó introducir una "cara noble" como vocero.

La tarde del 28 de enero pasado, y con motivo de los funerales del presidente de la Corte Suprema, Roberto Dávila, se produjo un encuentro que marcaría el destino judicial de Augusto Pinochet. Si bien ese día el senador vitalicio se encontraba a miles de kilómetros y arrestado en Londres, en el responso se reunieron tres hombres que empezaron a sentar las bases de lo que sería la defensa jurídica del general (R) en Chile.

Miguel Alex Schweitzer y Pablo Rodríguez ya habían analizado el escenario que se produciría una vez que Pinochet fuera liberado por las autoridades británicas. En aquel momento, esa posibilidad se acercaba vertiginosamente, y se sabía que en Santiago el senador vitalicio sería aguardado por una artillería judicial que buscaría su desafuero por alguna de las querellas que investigaba el juez Juan Guzmán. Era el minuto de darle forma a su defensa, y armar una estrategia jurídicamente inteligente que librara a Pinochet de ser juzgado.

Con ese fin, mientras se despedían los restos de Dávila, los abogados se acercaron a Ricardo Rivadeneira, penalista y miembro de Renovación Nacional, para solicitarle su colaboración. Aceptó.

ARMAR EL EQUIPO

Un día después de ese casual encuentro, aterrizó en la capital inglesa el tanquero Aguila que traería de regreso al ex comandante en Jefe. Y aunque aún faltaba cerca de un mes para que eso sucediera, ya nadie de su entorno cercano lo dudaba. No había tiempo que perder, y lo primero que se estableció fue que era indispensable contar con un equipo de profesionales de alto nivel, especialistas en varias áreas del derecho, y con llegada a todos los sectores que estuvieran involucrados en el caso.

Buena parte del trabajo estaba adelantada. Durante la detención del general (R), los abogados Hernán Felipe Errázuriz y Miguel Alex Schweitzer se rodearon de un staff de juristas que los ayudó a preparar la defensa en Europa. Fue el caso del senador Marco Cariola y del abogado José María Eyzaguirre, ambos con contactos en Londres y en Madrid, respectivamente. La participación de estos profesionales en la estrategia que se estaba elaborando en Santiago fue casi natural.

De esta forma, en febrero, mientras Rodríguez -un estrecho colaborador del régimen militar y muy cercano a la familia Pinochet Hiriart- formaba el equipo, Rivadeneira, en su fundo cercano a Melipilla, estudiaba los tratados internacionales y los artículos de la Constitución que le ayudarían a enfrentar el caso.

El 3 de marzo, el senador vitalicio pisó la losa del aeropuerto de Pudahuel. Venía escoltado por los abogados Schweitzer y Errázuriz, quienes traían desde Londres la resolución del gobierno británico, impulsada por su par chileno, de aceptar la liberación de Pinochet ya que no estaba en condiciones de tener un "juicio justo en ningún país" del mundo.

ENLACE CON EL EJERCITO

Sólo un par de días después, Guzmán solicitó a la Corte de Apelaciones el desafuero del senador y el Consejo de Defensa del Estado decidió hacerse parte en el caso Caravana de la Muerte. La defensa de Pinochet debía salir a la luz.

El miércoles 8 de marzo, Pablo Rodríguez Grez visitó a la familia Pinochet-Hiriart en su casa en La Dehesa, formalizó así su labor como cabeza de la defensa y decidió que era el minuto de incorporar a Ricardo Rivadeneira. En pocos días, el abogado de RN recibió en su oficina de calle Huérfanos el expediente completo del caso, y todo el material que Schweitzer y Errázuriz habían juntado en Gran Bretaña.

Mientras la dupla Rodríguez-Rivadeneira se convertía en el cerebro de la defensa, el resto hacía de asesores y contactos con la Fundación Pinochet y el mundo político. En cuanto al vínculo con los tribunales, éste quedó en manos del coronel (R) Gustavo Collao. Ex secretario personal de Pinochet y ahora abogado, era el único que tenía entonces en sus manos un poder del senador vitalicio para representarlo ante la justicia.

A medida que se armaba la estrategia, otros abogados comenzaron a acercarse. Mientras la ex senadora Olga Feliú y su marido Waldo Ortúzar preparaban un informe en derecho sobre el debido proceso, los abogados de RN, Miguel Otero y Miguel Luis Amunátegui, afinaban los argumentos para solicitar un procurador común a los querellantes e impedir la televisación de los alegatos, dos puntos clave para impedir lo que la defensa consideraba el escenario más crítico: que el desafuero a Pinochet se transformara en un "juicio público y moral".

Faltaba aún designar quién de todos alegaría ante el Pleno. El nombre de Rivadeneira comenzó a sonar con fuerza: un hombre de derecha pero alejado del pinochetismo duro, respetado por todos los sectores, involucrado en iniciativas políticas para solucionar el tema de los derechos humanos y experto penalista. La defensa quería introducir una "cara moral en la sala, que pudiera defender a personas con cualquier ideología política",y a eso se sumaba la confianza que en los primeros años del régimen tenía Pinochet en él: solía llamarlo para consultarle su opinión en los temas más difíciles.

La decisión, finalmente, quedó sellada tras un hecho fortuito: Pablo Rodríguez, el otro candidato, fue mordido por el perro de Miguel Alex Schweitzer, y debe aún guardar reposo para reponerse de las heridas que el Rottweiler le produjo en la cabeza.

Desde el Ejército, el enlace con los abogados fue y sigue siendo el general Juan Carlos Salgado, quien era el encargado de llamar a la defensa para informar al Comandante en Jefe de la estrategia que se estaba delineando. Los contactos con los uniformados no quedaron sólo en eso. Varias veces, los abogados debieron consultarles sobre hechos que constan en el expediente y que no resultaban familiares para la defensa.
[Fuente: Macarena Lescornez para el Diario La Tercera, Santiago, 30abr00]

DAN POR SUPUESTO QUE PINOCHET NO SERÁ JUZGADO.

EL TRASFONDO DEL DESAFUERO A PINOCHET.

No existen mayores dudas respecto del desenlace final del caso: Pinochet se irá para su casa, sea o no desaforado, una vez que se pidan los exámenes médicos. La senda de la retirada para Pinochet ya fue pavimentada; sólo resta saber cuándo y cómo se materializará.

La mayor paradoja presenciada en estos días, en medio de un infinito caudal de declaraciones de todos los sectores políticos ante el inicio del proceso de desafuero del senador Pinochet, son dos frases que dan cuenta de un sesgo impropio para un país que se dice y considera democrático. La reiterada aseveración "respetaremos el fallo de la justicia", dicha por autoridades, políticos y miembros de las Fuerzas Armadas, ha sido condimentada por un Ejecutivo que no se ha cansado de declarar a los cuatro vientos que dejará "actuar a los tribunales". Con este tipo de afirmaciones no sólo se reconoce tácitamente que anteriores administraciones no lo hicieron, sino que constituyen una obviedad impresentable para cualquier sociedad realmente democrática.

Pese a estas declaraciones, es un hecho indiscutible que la justicia, sobre todo en sus altas esferas, no está ajena a las presiones del poder político y de toda la sociedad. Tres aristas revelan, de hecho, que la determinación que se tome respecto del desafuero de Pinochet resultan claves para el futuro del Poder Judicial.

La primera de ellas dice relación con la falta de credibilidad que la Justicia ha padecido ante el país, pues resulta evidente que la acción -o la inacción- de los tribunales se fue acomodando constantemente a los diversos escenarios políticos por los que atravesó Chile en los últimos 20 años. Aplicando constantemente la Ley de Amnistía durante el gobierno militar, aceptando la "tesis Aylwin" de investigar sin sancionar, y, ahora, recogiendo la premisa del secuestro calificado, figura legal implantada por el ministro Guzmán Tapia.

A esto se agrega que la Corte de Apelaciones es, precisamente, una de las instancias menos autónoma del Poder Judicial. Ella es la antesala en la carrera judicial para llegar a la Corte Suprema, nombramientos que en definitiva requieren de un quórum de dos tercios en el Senado para ser ratificados. Los rechazos a los ascensos de los ministros Milton Juica, por su arremetida contra el general Rodolfo Stange por el caso degollados, y Raquel Camposano, a raíz de su intento por procesar a Marcelo Schilling en la causa del asesinato del senador Jaime Guzmán, revelan que el ajuste de cuentas de la clase política hacia ciertos magistrados ha existido.

No obstante, la judicatura hoy realiza serios esfuerzos por limpiar esa imagen ante el país y demostrar una mayor fiscalización interna. El proceso interno que se sigue a la ministra Gloria Olivares es un primer paso importante. El fallo que emita el pleno de la Corte de Apelaciones sobre el desafuero marcará otra señal clave en ese sentido, pues podría ser considerado como un intento real de independencia y ecuanimidad.

Probablemente el Poder Judicial responderá de una u otra forma a estos tres aspectos a través de ese fallo tan esperado. Y esto no es tan difícil, dado que en el juicio a Pinochet, las cartas están marcadas. No existen mayores dudas respecto del desenlace final del caso: Pinochet se irá para su casa, sea o no desaforado, una vez que se pidan los exámenes médicos. La senda de la retirada para Pinochet ya fue pavimentada; sólo resta saber cuándo y cómo se materializará.

El desafuero del general (R) puede resultar doloroso y humillante para la derecha política y económica, así como para las Fuerzas Armadas. Un fallo de esa naturaleza no sólo agraviaría la figura del ex mandatario, sino que, especialmente para las instituciones de la defensa nacional, se configuraría un cuestionamiento global a la labor que desarrollaron en el poder. No obstante, el desafuero sería el precio a pagar para que se cumpla la tesis del "retiro digno" y en paz de Pinochet, un hombre que supera los 80 años y que ya perdió el poder que ostentó en el país durante más de 25 años.

Distinta suerte corre para el Gobierno y la Concertación. Concedido el desafuero de Pinochet -y sumado al juicio de valor que la comunidad internacional ya le hizo a su gestión de 17 años-, se conjugarían todos los símbolos deseados por el oficialismo: el retiro de Pinochet y el cierre de la transición sin que mediara la necesidad de un acuerdo político con la oposición.

Si así están dadas las cartas de este juego, lo que el país requiere es que se repartan rápido para que este acto, a todas luces necesario, termine luego. No por miedo a los posibles efectos sobre la estabilidad democrática del país. Si algo demostró la detención en Londres es que ya no existe el mito de que la democracia chilena no puede soportar un proceso a Pinochet. Por el contrario, existe una estabilidad institucional probada y comprobada en el país. Más aún, nada de lo que revelen los querellantes en el caso Caravana de la Muerte modificará la percepción de la sociedad. Existe innumerable material y literatura al respecto, y ya los diferentes sectores han sacado sus conclusiones.

La deseable rapidez del proceso, entonces, obedece a otras razones. La agenda gubernamental de un país que tiene sus prioridades puestas en otros temas, se encuentra paralizada. La elección pasada demostró fehacientemente que lo que la sociedad quiere es mirar hacia adelante.

Por esto, si ahora presenciamos uno de los últimos actos de la era Pinochet, y su más probable desenlace ya se conoce, la prontitud es positiva. Terminado el proceso de desafuero, nada impedirá que el país enfrente la agenda pendiente: mesa de diálogo, reformas constitucionales y los procesos a los miembros de las Fuerzas Armadas. Sólo entonces se podrá decir que Chile entró en una nueva era.
[Fuente: Editorial del Diario La Tercera, Santiago, 30abr00]

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