ODEP: "De delitos y castigos"

Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 2 de Junio, 2000. CHILE: ODEP: "De delitos y castigos".

A LOS COMPAÑEROS DE LA SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA

En los últimos días los chilenos hemos sido bombardeados con imágenes y lenguajes de gran violencia difundidos a través de los diversos medios de comunicación. Frente a nuestros ojos desfiló un numeroso grupo de reos condenados a cadena perpetua por delitos de violación de niños, conducidos a un recinto de alta seguridad con brazos y piernas engrillados. Hugo Espinoza, el Director Nacional de Gendarmería, conocido por haber ordenado la tortura de los presos políticos el año pasado, y José Antonio Gómez, actual ministro de Justicia que ayer justificó sus procedimientos, acompañaron estas imágenes en que a coro les prometen privarlos de todo -claro, menos de la vida- mientras se estudia modificar la ley de la pena de muerte por una ley de cadena perpetua firme.

El gobierno de la Concertación -que no ha tenido la voluntad política para promover un verdadero procesamiento de las decenas de violadores de los derechos humanos, incluido Pinochet- no se ha quedado atrás en las amenazas y condena moral de estos presos sociales. Sin duda, "porque es más fácil cortar el hilo por su parte más delgada", nos dice el preso político Carlos Silva -de profesión arquitecto- en su impactante análisis que, traspasando los muros de la Cárcel de Alta Seguridad donde permanecen 33 presos políticos -muchos de ellos también condenados a cadena perpetua-, intenta hacer oír una voz disidente en medio de la histeria hábilmente inducida desde el poder.

Fraternalmente
ODEP: odep@reúna.cl

DE DELITOS Y CASTIGOS
Por Carlos Silva Duncan

Un clamor, con visos de histeria colectiva, se apodera del país. Nunca las encuestas habían mostrado un apoyo tan mayoritario a la aplicación de la pena de muerte. Es que ningún crimen parece equipararse a la violación y asesinato de niños. Pero parece claro que por legítimo que sea este sentimiento, hay demasiados asuntos mezclados que se vislumbran a través de distintos movimientos e intereses en juego en los círculos del poder. El proyecto gobiernista que busca reemplazar la pena capital por una prisión perpetua efectiva, no sólo enfrenta la gran oposición política y social; también detona todo un complejo de problemas latentes en la sociedad chilena, que es preciso aclarar y denunciar.

Hemos visto, por ejemplo, como la televisión nos mostraba el reciente "procedimiento" de traslado "de los reos más peligrosos del país" al penal de Colina II y a otros recintos de alta seguridad, en los que se les aplicará un régimen carcelario draconiano y abusivo. Este acto propagandístico, parte del proyecto mencionado, recuerda las imágenes de los suplicios y ejecuciones públicas realizados hace varios siglos atrás. Para los que conocemos desde adentro algo de la realidad penal, esto aparece como uno más de los capítulos del doble discurso y el doble estándar característicos de las instituciones represivas y del estado en general.

No justificamos ni defendemos actos tan brutales como estos, que merecen sin duda sanción de la sociedad. Tampoco se pretende anteponer los derechos de los victimarios a los de las familias víctimas de sus actos. Sin embargo, no podemos ser ciegos ante los aspectos más de fondo existentes en este problema. Estos casos criminales han sido y están siendo capitalizados políticamente por los sectores dominantes en función de sus propios intereses estratégicos. Así, de tanto darle al tema de la delincuencia, hoy aparece como el principal problema para la sociedad chilena. No se puede negar ni su existencia ni los grados de creciente violencia, sobre todo juvenil. Esto no merecería mayor reparo a no ser por la flagrante contradicción en que caen los mismos que encabezan y crean la opinión pública y promueven un sentido común intencionado en la sociedad. Porque si dicen combatir el delito y amenazan con las penas del infierno ¿Por qué entonces no actuaron ni actúan con la misma lógica frente a quienes, bajo el amparo del poder económico y político, cometen actos criminales tan graves como los mencionados?

Porque, en definitiva, "el delito mayor" es promover condiciones sociales para que miles de chilenos se vean empujados cotidianamente a convertirse en delincuentes. Los que torturaron, asesinaron, violaron y desaparecieron y aterrorizaron a la población; los que los encubrieron y apoyaron; los ciegos y sordos que "nada supieron"; los que debían investigar y hacer justicia y en cambio avalaron la impunidad; los que olvidaron sus propios dolores y hoy gozan del poder; los que sin arriesgar su pellejo amasaron inmensas fortunas a costa del robo de las riquezas del país; todos los que avalaron y avalan el uso de la violencia represiva del Estado en contra de un sector determinado de la sociedad, aparecen hoy día como paladines en esta nueva "cruzada" en defensa de la libertad y la paz social. Mientras tanto, hacen mil y un intentos para encontrar una fórmula más o menos decente para zanjar los problemas pendientes por violaciones a los derechos humanos, dejando en la impunidad legalizada a los torturadores y asesinos.

Desde acá algo se ve claro: cada día el Estado y la sociedad se ven más proclives a la represión y al control y vigilancia social. Lo preocupante es que sectores de entre los más golpeados por este sistema económico, se hacen eco de las exigencias de más castigo y más seguridad, sin percatarse de que con eso se ponen ellos mismos sus grilletes. No extraña la disminución en la valoración de la democracia y de lo que estaría dispuesto a hacer para defenderla. Esto es el resultado del persistente "trabajo ideológico" que a través de sus abundantes medios han desarrollado los poderosos de este país.

Si algo hemos aprendido es que cada cosa que sucede, por aislada o específica que aparezca, siempre tiene un contexto y un vínculo con él y del cual es uno más de sus productos. La delincuencia, así como otros graves problemas sociales, no existiría en el nivel ni en la dimensión que hoy tiene, de no ser porque en este país se realizó un violento proceso de marginación y empobrecimiento social que aún continúa de manera menos brutal. Eso generó el caldo de cultivo propicio para el fenómeno que conocemos ¿Por qué vienen ahora a reclamar más mano dura si ellos mismos, día a día, reproducen las condiciones para que siga creciendo la delincuencia?

Levantan la voz pidiendo ojo por ojo contra los violadores y asesinos, pero ¿quiénes suben cada noche a uno o más niños prostituidos por el hambre y la miseria a sus vehículos lujosos? ¿Por qué esos niños buscan sus "mejores clientes" en el barrio alto? ¿Quién levanta su voz para denunciarlo y pedir castigo para los responsables de este verdadero crimen social?

Esta archi comprobado históricamente que la inmensa mayoría de los delincuentes surgen de los pobres y marginados. Argumento obvio y barato, dirá más de uno. Pero cabe preguntarse ¿cómo van a terminar con la delincuencia si, mientras encarcelan y castigan a unos tantos, miles de niños y de jóvenes son empujados a ese mismo destino? Es cierto que no todos los pobres caen en la delincuencia. Pero ¿por qué no pasa lo mismo entre los ricos? Tal vez porque, entre otras cosas, se lleva la mayor y la mejor parte de la riqueza que produce toda la sociedad.

¿Qué mundo se les está ofreciendo a los jóvenes populares? Por un lado se les muestra un paraíso del consumo y, por otro, desde antes de que nazcan ya les están vedadas todas las posibilidades reales de una vida digna dentro de los marcos establecidos. Los delincuentes no son extraterrestres llegados de otras galaxias a invadirnos. En realidad son verdaderos "desechos sociales" de un sistema que los margina y condena a la pobreza, que les niega toda aspiración de crecer como seres humanos libres y dignos. Los poderosos y sus políticos no quieren reconocer que todo esto es un círculo vicioso que les ayuda a fortalecer sus Estados policiales y a desviar la atención social de otros problemas mucho más importantes. Y no lo quieren reconocer porque no están dispuestos a buscar las causas de fondo que provocan todo esto. Saben que este sistema es el que reproduce día a día la delincuencia, la drogadicción, el narcotráfico y la prostitución.

Llenan de rejas la ciudad; multiplican cuarteles y represión; cierran las puertas del trabajo y la educación; confinan a los pobres en verdaderos ghetos que les violentan hasta lo más íntimo de sus vidas; reprimen y tergiversan las legítimas demandas populares... Difícil es, entonces, no ver esos discursos medidas un monumento a la hipocresía y la doble moral.

Esta "democracia" chilena quiere posar de moderna y exitosa. Sin embargo, no puede ocultar sus hilachas. El mundo es testigo de sus limitantes y contradicciones, también de los pactos y negociaciones para hacer pasar la impunidad por la prueba de la blancura. ¿Qué mejor chivo expiatorio, entonces, que los que nunca tuvieron nada que esperar de este sistema y "se desviaron?

Los milicos llaman a la unidad nacional; la derecha a defender los derechos de la gente; el gobierno promete más oportunidades y atención a los más pobres... Mientras tanto, en los hechos, demuestran lo contrario.

Al cruzar las puertas de la prisión se formaliza el ingreso a un mundo distinto y opuesto al oficial. Es el mundo donde operan otras reglas, otros códigos, otros sentidos. Es el mundo donde la droga se hace alimento y donde el narcotráfico encuentra su res ideal; el mundo en que no hay sueños, no hay proyectos, no hay esperanzas; un mundo que existe y crece en la misma medida que crece la riqueza y el poder de los que dominan el mundo oficial. Un mundo que deambula por los hogares de menores, por los sitios eriazos y las calle cos, que existe con "la realidad", pero que no pertenece a ella...

El problema de la delincuencia así como las multiplicidad de situaciones en que los pobres son a la vez actores y víctimas plantean un reto moral a la sociedad. El recurso fácil es estigmatizarlos y castigarlos. Pero eso no sólo no resuelve el problema, sino que devela hasta qué punto está en la base moral -o, mejor dicho, inmoral- el origen de esta incapacidad de integrar realmente a la sociedad en un plano de igualdad de oportunidades. Si las leyes aceptan en los hechos la discriminación, el doble stándard y los que deben hacer lo posible para que haya justicia prefieren el camino fácil dejar las cosas como están y cortar por el hilo más delgado, entonces ninguna política represiva tendrá legitimidad y toda forma de trangresión encontrará justificación, aunque a veces adquiera el rostro más brutal del delito, que tanto alarma a la parte "decente" de la sociedad.

Carlos Silva Duncan
Preso político en la Cárcel de Alta Seguridad
Santiago, Chile
Junio 2000.

From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.Ramón@numerica.it
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