Colombia Mestiza

Tlahui-Politic 9 I/2000. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Colombia, a 21 de Febrero, 2000. COLOMBIA: "Colombia Mestiza", Colombia mestiza, por Luis Fernando Giraldo. Fundación Aurora (Popayan-Colombia).

Abarcar la inmensidad de los conflictos y tensiones que vive Colombia, es un asunto que no se puede afrontar en un ensayo corto; sin embargo, intentaremos esbozar un panorama de las cuestiones más relevantes, necesarios para emprender un análisis mas profundo.

La complejidad de la estructura social y de la historia política de Colombia no puede estudiarse a partir de las circunstancias especificas de sus relaciones sociales internas, sino, a la luz de los condicionamientos impuestos por las poderosas fuerzas externas de los imperialismos, causas determinantes en gran medida de las guerras internas que vive nuestro País.

Colombia es un País que surge como producto del desenvolvimiento de las luchas internacionales del Capital contra el sistema feudal imperante en Latinoamérica. Inicialmente, la invasión española, posteriormente la guerra de independencia determinada por el avance del capitalismo en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, independencia que tenia como premisa la idea bolivariana de constituir una gran nación, en la cual los pueblos integrados no estuvieran al servicio de ningún imperio.

Este ideal fracaso, las influencias internacionales marcaron la pauta y el derrotero a seguir, en el futuro inmediato para los países latinoamericanos.

Las clases dominantes de estos países comprendieron que solo en la medida en que se rigieran por las determinaciones internacionales, podrían tener y conservar el poder en la región. De esta manera se forjaron los destinos de servidumbre para nuestros pueblos, regidos por la política Estadounidense, cuya sombra se ha ido extendiendo por toda Latinoamérica, y ha impedido por decenas de años que se realice el principio vital para el libre desarrollo de una nación; el derecho de usar las riquezas naturales y humanas en beneficio de quienes habitan el territorio.

Este lento proceso de dominación, en todas las épocas y lugares de Latinoamérica ha encontrado movimientos dispuestos a frenar esta condición de servidumbre. En Colombia los enfrentamientos sociales, la inconformidad social, se ha manifestado de múltiples maneras, como guerra de guerrillas, como movimientos culturales, populares, campesinos, insurrecciones, etc., frente al constante esfuerzo del imperialismo por modelar la conducta de los habitantes, controlando la economía por medio de la deuda externa, definiendo las políticas educativas, agrarias, sociales; promoviendo y difundiendo permanentemente su "cultura" mercantil, presentando como modelo e ideal de desarrollo su sociedad. Es en este ámbito de la existencia de fuerzas externas condicionantes, y una cultura interna que se rebela a continuar viviendo bajo estas circunstancias como podemos entender la guerra.

Colombia es el epílogo que deviene a todo pueblo oprimido, manipulado, despreciado y usurpado; es el resultado de sentirse esclavizado a entregar sus riquezas naturales y humanas al servicio del enriquecimiento de consorcios y multinacionales que se aglutinan en torno a la política Estadounidense, con la venia de los gobernantes nativos que han perdido todo sentimiento por su nación, en los que vale más el reconocimiento y la parcela de riqueza que les toca defender.

Colombia es un País, al igual que los demás pueblos de América Latina, que pertenece a un sector de las potencias dominantes, en concordancia con una lógica de concertación y de respeto de territorios colonizados y distribuidos entre las multinacionales que tienen como guía financiera y política la Banca Mundial y el F.M.I.

El tratamiento desigual que recibe nuestro País, al que se le impone una liberalización de sus fronteras llamada apertura económica; al tiempo que los países del llamado primer mundo las cierran a nuestra gente; imposiciones que fueron anulando las posibilidades de un progreso autónomo, en el campo, en la industria, para privilegiar la producción agrícola e industrial Estadounidense.

La misma transformación de la producción orgánica, suplantada por cultivos manipulados en laboratorios, todo en función de la superproducción, determinada por el afán de conquistar más y más mercados en busca de obtener el dominio absoluto de la alimentación mundial, que hoy es manejada por las 10 corporaciones de alimentos más grandes del mundo, dejando cientos de miles de campesinos sin tierra, que despojados poblan en manadas las periferias de las ciudades en las que se acrecienta la miseria y el olvido.

En Colombia existen 2000.000 desplazados por la violencia paramilitar, grupos financiados por el capital nacional e internacional, desplazados de los lugares en que coinciden con programas económicos de explotación internacional.

Para los hombres que están vinculados con el capital dominante, es un avance personal tanto más significativo cuanto más te olvides de la humanidad; con cuanto frenesí y frialdad desarrolles una acción, cuanta falta de sentimientos, que inefablemente se apodera de los hombres, todo para servir a los consorcios económicos, gobiernan según las necesidades del capital, imponiendo con su orgullo las medidas mas antipopulares.

Cuantas organizaciones de guerra financian, sostienen, educan, entrenan e instrumentalizan técnicamente para obtener los fines imperialistas, motivado en los hombres por el desenfrenado capricho de apoderarse de más y más territorios, arrasando cruelmente con pueblos enteros, culturas, riquezas humanas de inapreciable valor.

Todos estos seres conforman una facción que se pone por encima de todo, pisoteando hombres y naturaleza despiadadamente. Es el verdadero bandidaje que usurpa las fuentes de la vida, haciendo sangrar todo para beber incansablemente desnutriendo poco a poco la savia de la riqueza social.

Esta es la guerra que se enfrenta, guerra desigual, porque frente a ese enemigo poderoso, los movimientos sociales, políticos; las organizaciones guerrilleras, campesinas e indígenas aparecen como una muchedumbre de liliputienses que se resisten a aceptar la imposición de una explotación que no beneficia a la humanidad.

Movimientos que son objeto de falsaciones (sic) por los mecanismos de comunicación que deforman la realidad, presentando como problema esencial en Colombia el narcotráfico, cuando en realidad este asunto no es más que una consecuencia del dominio que se ejerce, engaño que tiene como fin ocultar las reales campañas de horror y muerte bajo el manto de una posible intervención humanitaria en Colombia.

Es incalculable la miseria humana que produce y ha producido el capital, los imperialismos de las multinacionales; solo basta pensar los hombres que componen ese ejército a la sombra del Estado, el paramilitarismo; asesina, mutila, siembra terror por todas partes, enfrentando con el fusil a campesinos humildes, indefensos que huyen aterrorizados de sus tierras; hay que ver el ejército colombiano, cada día más grande y poderoso, instruido y asesorado por el ejército Estadounidense, que interviene veladamente con acciones militares, con aviones fantasmas en nuestro territorio. Que falta de criterio de nuestros gobernantes que han aceptado y siguen aceptando estas imposiciones del F.M.I.

Los campesinos e indígenas defienden su vida, cuando defienden su tierra, su cultura, su visión del mundo, para ellos el alma de su existencia. Llevan siglos luchando contra los expropiadores, dejando día a día sus muertos olvidados, desconocidos, silenciosos luchadores por la vida.

Todos ellos se ven obligados a cultivar coca y amapola para subsistir, a causa de la política agraria del Estado, consistente en desmantelar el campo, recrudeciendo la violencia con la premisa de la reforma que tiende a privatizar las pocas empresas estatales, para especializar las funciones del Estado, reduciendo sus actividades, fortaleciendo el aparato burocrático, fortaleciendo las fuerzas armadas, profesionalizando el ejército, creando más grupos especializados de guerra bajo la consigna de la Seguridad Nacional, que consiste en ver la amenaza en sus propios habitantes... mientras que los servicios de un Estado social quedan en manos de entidades privadas corruptas que al buscar su beneficio particular dejan sin salud, educación a nuestro pueblo.

Esta es la realidad de una guerra civil, que tiene un supremo contendor que orienta sus fuerzas no en contra de un actor específico de la guerra; la guerrilla, sino en contra de toda la sociedad. No se puede ocultar este hecho que salta a la vista, en Colombia operan grupos paramilitares que están vinculados con el ejército, lazo demostrado suficientemente por organismos defensores de derechos humanos, grupos que han dejado cada año un promedio de 180 masacres, que equivalen a 1200 lideres asesinados, entre campesinos, indígenas, sindicalistas y maestros.

Con todo, es necesario remarcar un hecho preponderante. A pesar de que han transcurrido cientos de años de conquista a sangre y fuego, no han sido exterminados los movimientos sociales, y las organizaciones que se oponen decididamente a todo tipo de esclavitud; porque hay en el corazón de nuestros pueblos un sentimiento de libertad milenario, indomable; un profundo vinculo con la historia pasada, un vinculo con la tierra fuente de poder espiritual, para bien de toda la humanidad, existe y seguirá existiendo en el pueblo latinoamericano una reacción honda y comprometida contra los imperialismos, es una fuerza unificadora que avanza lentamente, que emana de la tierra, del aire, de las montañas y las llanuras; mientras los Estados dominantes se esclavizan a la riqueza y el poder crece el sentimiento de una verdad indiscutible, que " el hombre tiene alma, y ésta raras veces es negociable."

El Umbral entre la vida y la muerte.

El capitalismo es un proceso universal e irreversible, con vida propia e independiente de la voluntad de los hombres. Es sin lugar a dudas el proceso de extinción de las diversidades culturales subsistentes aún en distintos lugares de la tierra.

Es una "civilización" desbocada que implementa una uniformidad productiva, política e ideológica como condición de su propio desarrollo; semeja una sombra hostil que invade paulatinamente todos los espacios luminosos donde florecen las diversas formas de asumir la vida, de pensarla y sentirla. Es la anulación de la existencia de diferentes formas en que los hombres se relacionan espiritual y materialmente con la naturaleza, en una palabra es la tendencia a la aniquilación del desarrollo de la historia.

Para la civilización capitalista, todo lo humano se desprende de esta consideración inflada sobre su realidad; aun cuando su sabiduría se reduzca a la astucia e ingenio para doblegar por la fuerza y el engaño a otros hombres, usurpando sus fuerzas vitales de trabajo en beneficio propio, conduciendo a la naturaleza humana a su pronta desaparición.

Proféticas palabras dijo el Gran Jefe Seathl, en su carta dirigida a un presidente de los Estados Unidos: "Siga contaminando su casa y morirá en su propio desperdicio", emblema que se encuentra a la base de toda aspiración capitalista.

Los presidentes de los países más industrializados, creen poder regir los destinos de la humanidad, y para tal efecto se reúnen 8 representantes de estas naciones, en las que fingen pactar acuerdos, razonar, definir lineamientos; cuando en realidad son impulsados por fuerzas económicas que los obligan a tomar ciertas medidas frente a eventuales crisis de la economía política mundial.

De acuerdo con la fuerza y el poder de estos consorcios que representan, se disputan cada año, una nueva distribución de territorios, obteniendo unos sobre otros más poder económico y político, sobre pueblos y naciones, determinando reglamentos que agudizan más las contradicciones internas del capital. Todo a costa de la humanidad pobre e ignorante que vagabundea en su propio territorio "como hoja tirada al viento; sin rumbo y sin destino".

Estos "gobernantes" representan bien la comedia humana. Aparecen como seres de supremo poder, pero no son más que soportes de relaciones económicas, las que lejos de gobernar los gobierna, comedia que tiene por directores a las multinacionales o grupos económicos que giran en torno del capital financiero, de omnímodo poder. Consorcios financieros que han sometido al mundo durante siglos, despojando de riquezas naturales y humanas, creando incertidumbre al someter la condición social a un acelerado proceso de producción que contrasta con el acrecentamiento de la pobreza en el mundo, agotando física y moralmente a la gran mayoría de los hombres, haciendo de la humanidad trabajadora un mecanismo fenecible y reemplazable.

Por siglos los pueblos latinoamericanos, al igual que otros pueblos se han ejercitado en el desarrollo de su diferencia productiva, lingüística, cultural, fundamentalmente desarrollando formas diversas de relaciones y organizaciones sociales, de las que emana un profundo sentimiento e inteligencia, que fija todas sus reflexiones y acciones en la vida y no en la muerte.

Culturas y pueblos que subsisten muy a pesar del capitalismo. Sociedad que ha querido avasallarlos bajo el estigma de una extraña moral: si no estás conmigo estás contra mi, porque significan diferencias esenciales con su forma de producción, por su unidad cultural, por su visión y relación respetuosa con la naturaleza, considera que nuestras culturas son enemigas.

Pueblos y culturas que tienen conciencia de su pequeñez e indefensión en el mundo, miran con respeto el universo, no pretenden imperar en él, sino desarrollar su vida aceptando las condiciones de la existencia de todo ser vivo en la naturaleza, por eso son pueblos que pueden contemplar y adorar el sol y la luna; el día y la noche; la lluvia, los ríos, los pájaros y todas las criaturas de la naturaleza, a las que ven con admiración y respeto.

No es posible para hombres educados en la altivez, para quienes la naturaleza y otros hombres, son la condición para alimentar desmesuradamente sus ciegos apetitos; para ellos no existe amor sino deber; para los que el sentimiento, la ciencia y la conciencia son nociones vagas sin ningún significado, más que el valor que puedan representar para el crecimiento de sus poderes y riquezas.

Nuestros pueblos silenciosamente se han preparado para enfrentar la muerte, no temen morir si su resistencia significa luchar por vivir; los hombres de gran riqueza y poder se aferran a sus pertenencias y viven sujetos al fluctuar de sus emociones y delirios, presos de un insondable terror a la muerte...

¿Qué poder real significa poseer? ¿sino existe el sol para contemplar, una luna para adorar, las estrellas para soñar?¿Qué significa tener? su junto al poseer se enlazan una cantidad de deberes agobiantes, normas paralizantes y prohibiciones dañinas que estancan y corrompen los sentimientos, convirtiendo a los hombres en seres que padecen, sin conciencia de su existencia, abrumados por sus exiguas obligaciones. Razón tenía el pensador cuando decía: poseer significa al mismo tiempo expropiar y expropiarse.

Esta vida que confina al que posee y al desposeído a una vida humillante, es extraña a nuestras raíces culturales. Durante siglos han luchado en contra de las colonizaciones e imperialismos. Rebeldía tanto más manifiesta cuanto más influenciada por las culturas nativas.

En Colombia subsisten aproximadamente noventa grupos étnicos diferentes, que conservan su unidad cultural, su territorio y lengua, recuperados o conservadas enfrentando duras luchas, desplegando ingenio y paciencia admirables. Estas comunidades junto con otras que han sido exterminadas por la colonización española, han influido indeciblemente en la vida de nuestro pueblo colombiano.

Estados Unidos pudo doblegar el ímpetu de los pueblos nativos, sin que estos pueblos incidieran como factor de mestizaje preponderante; mientras que en Colombia, como la mayoría de los pueblos Latino Americanos, la existencia de organizaciones sociales política y culturalmente férreas obligaron a los españoles a adoptar formas culturales tradicionales y costumbres incluso como instrumentos de colonización.

Estos elementos no son secundarios, si queremos comprender por qué nuestro pueblo sigue resistiendo. La lucha es ahora contra una civilización extraña y cruel, arrogante y prepotente, que choca permanentemente contra un larguísimo proceso de mestizaje en los que se combinan innumerables elementos históricos de más de quinientos años, en la que existen pueblos con una unidad social, lingüística y cultural, además de factores nuevos comunes a estamentos sociales nacidos de las entrañas del capitalismo, de riqueza y poder inconmensurables; historia que subsiste como huellas en los rostros, en los comportamientos, en la piel, en las miradas, en las sonrisas y decisiones de los pueblos.

No se puede olvidar el pasado, menos aún negar la existencia de una realidad histórica olvidándose de ella. La idea del pasado es una ilusión, una ideología que domina en nuestro mundo mercantil. Para pueblos mestizos e indígenas el pasado está presente. Los ojos de un hombre dominado por el ciego apetito de ganar y una insaciable sed de aplauso, no comprende que el mundo no es como aparece, que el mundo es más complejo de lo que creemos, y espiritualmente más rico de lo que imaginamos, y en esta complejidad podemos encontrar las claves de la resistencia social, porque como dijo el pensador: "el fenómeno es más rico que la idea".

Para los pueblos indígenas y mestizos, que han logrado subsistir gracias a un gran poder de asimilación, mestizaje e integración de elementos de otras culturas, el pasado no existe solamente como posibilidad inteligible, se encuentra presente en nuestra vida, en las relaciones que tenemos, en la forma en que participamos hoy en la vida presente, el pasado se conjuga con el presente dotando de existencia y personalidad a lo viviente; por eso es inteligible, comprensible, porque tiene existencia presente más allá de nuestra conciencia en nuestra realidad. Tal vez este entendimiento inspiro al historiador a decir: "La anatomía del hombre es la clave para la compresión de la anatomía del mono".

"El pasado que vuelve, siempre regresa a enfrentarse con nuestra vida" un pasado que se repite como presente, frente al cual no tenemos otra elección consciente, que aquella que nos delata lo que somos y seremos, y nos conduce inexorablemente a la voluntad de poder elegir un porvenir diferente con la guía razonable de la ciencia de la historia, las artes y la cultura.

Si no definimos conscientemente el porvenir que deseamos, diferente al presente que vivimos, el futuro se configurará de acuerdo con las premisas de los errores pasados, y nuestra vida se convertirá en un "eterno retorno de lo mismo" como narra el pensamiento antiguo griego.

El poder esta sociedad capitalista terminará doblegando las diversas culturas y sociedades, imponiendo su fatal uniformidad, irrumpiendo y degenerando las diferencias, trazando un sendero que conducirá a un insondable abismo del cual la humanidad no podrá salir jamás.

La actitud del hombre moderno en relación con el tiempo es distinto, siempre pone el acento en el presente efímero; pretende con esta actitud negar todo vinculo con el pasado; ama un presente que adviene y pasa sucesivamente sin dejar rastro alguno; esta posición sobre el tiempo, se convierte en una encrucijada histórica porque el hombre queda atrapado en el momento actual, el cual acepta precipitadamente, siempre con el ánimo de actualizarse, temiendo quedar atrás, rezagado en el tiempo, pero olvida ingenuamente que arrastra consigo el pasado, o quizá ignora o desea ignorarlo porque teme re- encontrarse consigo mismo, inmóvil, siendo siempre el mismo.

El porvenir para el hombre moderno, es un conglomerado de ilusiones vanas, la repetición de lo mismo, de padres a hijos se transmiten las mismas ilusiones, imaginando que ser actual y móvil significa transformarse; en realidad perpetúa esa misma realidad confusa, este es el temor a la muerte del hombre moderno que siempre está de afán, empeñado en heredar y usurpar propiedades y en conservar lo que posee aunque esto signifique anular sus posibilidades de vivir; el saber, el arte, el vestido, el alimento y todos los gestos permanentes que nos vinculan con lo universal e infinito, se convierten en acciones efímeras, modas pasajeras que se escapan de nuestra vida como el agua en nuestras manos, pero anhela lo efímero devoción, con locura o desvarío.

Nuestra memoria no fija los acontecimientos, el ayer se borra de nuestros corazones y con este olvido deseado se desvanece lentamente la inmensidad de una historia que conserva viva la llama interior de nuestra libertad.

El hombre moderno, capitalista es el verdadero hombre cultivado en la vanalidad, en la arrogancia, al que se le ha enseñado a considerar válido únicamente la relación que anula todo comportamiento histórico, que crea ideologías que pregonan el fin de la historia, el fin de las ideologías, el fin de las diversidades porque inconscientemente se revela que este sistema productivo es en realidad el sendero que conduce al fin de la humanidad; el capitalismo reproduce una religión sin espíritu; el verdadero fundamentalismo; una práctica sin guía; la real ortodoxia; un mundo que se conduce solo por leyes extrañas al mismo hombre, que carece del poder real para conducir el gobierno del mundo, porque el capitalismo es la última fase de la prehistoria de la humanidad.

Es muy corruptivo para las sociedades la hegemonía que ejercen los imperialismos; un poder tan fuerte que puede quebrantar las culturas y sociedades que han permanecido hasta el momento indomables; pero es un reto, combinar ese poder de resistencia con el pensamiento conceptivo, para orientar el cauce del torrentoso caudal que tiende a la dispersión en formas cada vez más cruentas y absurdas, como un reto de nuestra vida, como búsqueda, como riesgo, partiendo de ese rasgo característico y específico que heredamos de una continua lucha en contra de toda dominación, el apasionado deseo por la vida que se hace frenesí, incalculable amor que nos lleva a enfrentar la existencia como se presenta, así, sin compasión, aceptando el advenimiento de nuestra historia o sufriendo el final de nuestra existencia humana.

En Colombia la vida no es un arroyo que circunda lento y apacible; la vida se parece a un tumultuoso mar de leva desbocado que golpea una y otra vez los muros que obstaculizan su paso, hasta encontrar el camino, el horizonte que quizá sea aquel que forjemos juntos, en procura de un mundo cualitativamente superior.

Es esencial insistir en este gesto, hondamente interiorizado en los pueblos latinoamericanos, para señalar que puede ser nuestra libertad, o por el contrario nuestra esclavitud, porque hasta el momento, los sectores dominantes de nuestra sociedad, han aprovechado este carácter nuestro para acrecentar sus riquezas, creando confusión en el espíritu de los hombres, y lo que antes llamábamos anhelo de vida, por falta de una guía, se ha convertido en apetito de muerte, y esta confusión es caos en el seno de la sociedad dominada, como en el seno de la sociedad dominante.

Sabemos que infundir orden en el pensamiento, hace templar el espíritu al tiempo que delinea un camino, un horizonte más allá del ocaso de esta sociedad; orientación que solo la podemos encontrar en una Ciencia capaz de hacernos comprender la vida circular y repetitiva, que hace volver sobre sí a los dominadores, y estanca a los dominados en una situación imperecedera; una Ciencia naciente, que ilumine no solo sobre el pasado y el presente, sino sobre el porvenir de los pueblos, un porvenir histórico que rompa el ciclo de vida de la prehistoria de los hombres, que destruya el dominio material y espiritual de las formaciones sociales basadas en la propiedad, ese pensamiento solo puede detentarlo la Ciencia de la Historia y de la Política que se encuentra en estado naciente y de las cuales un pensador manifestaba que se habían "puesto sus piedras angulares".

From: Comité Internacionalista Arco Iris ale.ramon@numerica.it
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