Vinculan al actual edecán de la Cámara a los escuadrones de ejecuciones de Pisagua
Tlahui-Politic 11 I/2001. Información enviada a Mario Rojas, Director de Tlahui. Chile, a 18 de Enero, 2001. Chl - Vinculan al actual edecán de la
Cámara a los escuadrones de ejecuciones de Pisagua.
Equipo Nizkor, miembro del Serpaj Europa, Derechos Human Rights (USA) y del GILC (Global Internet Liberty Campaign). Información,
17ene01
HERRERA JIMÉNEZ VINCULA AL ACTUAL EDECÁN DE LA CÁMARA EN LOS FUSILAMIENTOS
EXTRAJUDICIALES DE PISAGUA.
Por Mónica González
Desde Punta Peuco, uno de los condenados por el crimen del Juan Alegría Mundaca
confiesa en esta entrevista -publicada también en el sitio
www.asuntospublicos.org- su participación en los fusilamientos de Pisagua, donde
recibía órdenes del hoy coronel Jaime Krauss Rusque.
La primera entrevista con el mayor de Ejército en retiro, Carlos Herrera
Jiménez, tuvo lugar hace ya más de dos años, en el penal de Punta Peuco. Difícil
resulta describir aquel primer encuentro con el ex agente de la CNI, al que
acusaban de crímenes horrendos, cuya autoría aún no había confesado. Su rostro
impenetrable había ocupado portadas y espacios de televisión cuando fue apresado
en Argentina y extraditado a Chile, para terminar de cumplir los 10 años de
condena por el asesinato del transportista de La Serena, Mario Fernández (agosto
1984).
Además, era procesado por el asesinato de Tucapel Jiménez. La búsqueda de
información sobre la
Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) y la Central Nacional de
Informaciones (CNI), en épocas oscuras de la dictadura, me llevaron a traspasar
la barrera del penal de los militares.
Pero también había una segunda motivación: intentar hallar respuestas sobre los
mecanismos, profesionales y humanos, que transformaron a muchos soldados en
enemigos de sus propios compatriotas. No sólo el interior de ese recinto
peculiar me resultaría sorprendente.
Su primera respuesta: -"Bocaccio (su nombre de batalla) murió!"- fue el paso
previo a otras sorpresas: el oficial que nunca se ha despojado de su uniforme,
decidió, a la segunda entrevista, iniciar un relato descarnado de hechos aún no
confesados ante los tribunales, develando de paso retazos de intimidad del mundo
de los organismos secretos del régimen militar.
Un relato rudo en las palabras, desprovisto de maquillaje y arrepentimiento
ficticio y que, por lo mismo, obliga a detenerse y a no quedarse en la
superficie de una coraza hecha añicos. La misma actitud que tuvo después para
confesar, ante el juez Sergio Muñoz, el crimen de Tucapel Jiménez y del
carpintero Juan Alegría, dando paso a la verdad. Herrera no se ha puesto la
camiseta de sus antiguos "enemigos", tampoco demanda compasión.
El es el principal juez de "Bocaccio". Y esa es quizás una de las razones que
explican el que no se haya derrumbado al asumir los costos de su historia. Esta
entrevista [publicada también en el sitio www.asuntospublicos.org] es fruto de
esos encuentros y será el lector quien califique su contenido. Porque fue Carlos
Herrera, aún no aquejado de cáncer, el que decidió responder a sabiendas que la
impunidad iniciaba la retirada.
Al recordar a sus primeras víctimas, Herrera recuerda que Jaime Krauss era su
jefe directo en Pisagua, y que de él recibía las órdenes para matar a los
prisioneros. El actual edecán de la Cámara tenía bajo su mando dos pelotones de
fusilamiento.
"A veces se fusilaba de a tres, de a cuatro, de a uno, de a dos... Hay una cosa
mucho más terrible
aun... Y es que normalmente quedaban vivos...Y había que rematarlos".
- ¿Allí fue su primer encuentro con la muerte?
- Sí... ¿A quién? ¡No me acuerdo! Llegaban las órdenes, ni siquiera por escrito.
Nos daban una lista de personas que uno tenía que sacar de la cárcel en la
mañana, porque los fusilamientos se hacían al despuntar el alba o al caer la
tarde, y allí se iniciaba todo un ritual que dirigía el coronel Ramón Larraín,
que falleció, y un juez de Iquique, movilizado como fiscal militar: Mario Acuña
Riquelme (falleció después de esta entrevista, el 12 de junio del 2000). Esos
dos hombres tenían una personalidad muy complicada, sobre todo Acuña, un tipo
muy déspota. El daba una lista de gente que estaba allí detenida, y decía:
"Teniente, ¡todas estas personas deben ser fusiladas!". Y uno en la mañana los
sacaba de la cárcel... Como lo hacíamos de madrugada, toda la cárcel se
enteraba.
"Además, los sacábamos de a uno, a viva voz, y minutos después sonaban las
descargas y ellos nunca más volvían... Por eso todos los presos se enteraban y
sabían quién iba a ser fusilado y quién era la persona que los sacaba. Debe
haber sido terrible para ellos... Las pastillas de carbón para la diarrea las
consumían como quien chupa dulces..."
- ¿Cuál es la razón para que se ordenara no entregar los cuerpos de los
fusilados a sus familiares?
¿Por qué los enterraban en fosas secretas?
- No lo supe... Pero quiero ser franco y debo decirle que en ese momento no me
mereció ni un solo
reparo.... ¿Y sabe por qué? Porque para entonces todos nosotros entendíamos que
eran nuestros "enemigos", estaban en el otro bando, con el que estábamos en
guerra. Esa guerra en la cual había que eliminar a los "enemigos".
"Fue así como lo dijo por la televisión el general Gustavo Leigh, comandante en
jefe de la FACH, la misma noche del 11 de septiembre: "Hay que erradicar el
cáncer marxista de raíz y hasta las últimas consecuencias". Ese discurso creo
que a todos se nos metió en la cabeza completo".
- Y cuando les ordenan que deben ir al campo de Pisagua, ¿cuál fue la
instrucción?
- Que debíamos ir al "Campamento Militar de Prisioneros de Guerra de Pisagua".
Que después, por
razones políticas se le haya cambiado el nombre, es otro cuento.
- ¿De verdad creyó en Pisagua que estaba fusilando a sus "enemigos"?
- Sí, así los sentía. Recuerdo que el general Carlos Forestier nos daba unas
encendidas arengas, clases de adoctrinamiento que duraban horas, donde se nos
explicaba eso del "marxista enemigo de la patria, ¡nuestro enemigo!". Y nos
señalaba que afortunadamente habíamos despertado con anticipación, porque, de lo
contrario, ellos nos habrían exterminado a todos nosotros con su "Plan Z".
"Ahora, guste o no guste, el que va a la Escuela Militar y sigue la carrera
militar, se prepara para la guerra, para matar más, en el menor tiempo posible y
con la menor cantidad de recursos".
KRAUSS "QUEDABA ENFERMO"
- Volvamos a su primer fusilamiento...
- No me acuerdo de los nombres, pero sí los hechos... Me acuerdo sí de un niño
de apellido Márquez...
De él sí me acuerdo... (Se trata de Nelson José Márquez, de 29 años. Fue
detenido en su domicilio desde donde fue trasladado al Campamento de Prisioneros
de Pisagua. Según los testimonios que recogió la Comisión Rettig, el 18 de enero
de 1974, encontrándose con sus facultades mentales perturbadas, intentó fugarse
y fue ejecutado luego de ser recapturado). Después se fusiló a un traficante de
drogas.
"Y si me va a preguntar si se les hacía Consejo de Guerra, no lo sé. ¡Jamás se
me ocurrió preguntar! No se hacían preguntas en Pisagua. Y si hubiera
preguntado, lo más probable es que hubiese recibido tremendo reto por preguntar
tonteras. Pero tampoco se me ocurrió, esa es la verdad. Recibía las órdenes de
Larraín, del fiscal Acuña, o de mi jefe directo en esa época, el capitán Jaime
Krauss..."
- ¿El brigadier Jaime Krauss, actual edecán de la Cámara de Diputados?
- Sí, él era el comandante de la Compañía de Vigilantes de Prisioneros de Guerra
de Pisagua. Bajo su mando estaban los dos pelotones de fusilamientos, los que
estaban a mi cargo y que integraban dos miembros del Ejército, dos de la Armada,
dos de Carabineros y dos de Gendarmería. Otra era la unidad que los enterraba.
Sí debo decir que, después de los fusilamientos, Krauss quedaba enfermo.
Recuerdo que los oficiales que estábamos allí lo repudiábamos, por lo mal que
soportaba la situación.
- A usted esos fusilamientos no lo afectaban...
- Cuando se fusila la primera vez... ¿Cree usted que después es fácil? ¡No! ¡La
sensación de matar es horrible! Siempre queda ahí... A mí se me murió un hijo y
no se lo sabría describir... Tenía la tez clarita y los ojos de un verde
intenso, pero si me pide que le diga cómo era la cara, no me acuerdo. Debe ser
un mecanismo de autodefensa. Tiendo constantemente a olvidar... Se me olvida la
fecha de su muerte, es como un capítulo cerrado. Creo que algo similar tiene que
haberme ocurrido con los fusilamientos de Pisagua...
"Y si me pregunta por el número exacto de personas que fusilé, tampoco me
acuerdo. A veces se fusilaba de a tres, de a cuatro, de a uno, de a dos... Hay
una cosa mucho más terrible aun... Y es que normalmente quedaban vivos...Y había
que rematarlos".
- ¿Y usted debía hacer esa tarea en Pisagua?
- ...Sí, en la mayoría de los casos... Después, había un equipo que ensacaba los
cuerpos y al hoyo. Cal encima y se tapaba...
- ¿Cómo reaccionaban los hombres de su unidad cuando fusilaban?
- Krauss era la excepción. El se desesperaba, pero tampoco explicaba el por qué.
Entre nosotros no se hablaba del tema. Nadie. Como tampoco nadie expresó
dudas...
"NO HUBO PRISIONEROS DE GUERRA"
- En el contexto de esa época, ¿diría usted que hubo guerra?
- No, no, no... Y tampoco eran prisioneros de guerra. No, allí no hubo
prisioneros de guerra. Hubo sí gente que combatió, pero los que estaban allí no
lo eran. Creo que estuvo mal hecha la clasificación.
- ¿Quién clasificaba?
- El fiscal. Ahí había tanta gente... Así como hay cosas terribles, también hubo
cosas anecdóticas. Fíjese que comíamos muy mal, el régimen y el horario era de
prisioneros de guerra. El desayuno muy temprano, el almuerzo a las cuatro de la
tarde, y eso era todo. Y presos y militares comíamos lo mismo, muy mal.
"Habían dos médicos presos, uno que después fue diputado -Vladimir Kusmicic-, y
José Stainer. Ambos tuvieron bastante relación con los oficiales. Un día,
Kusmicic me propuso que, habiendo cocineros y otros especialistas entre los
presos, por qué no arreglábamos la comida. Antes del 11 de septiembre allí en
Pisagua funcionaba una colonia pesquera dependiente de Gendarmería, de allí que
hubieran lanchas y equipos de hombres rana. Y un día se nos ocurrió preguntar:
"¿Cuántos buzos hay entre ustedes?" Imagínese, entre dos o tres mil personas,
levantaron la mano diez o quince, entre ellos un ex oficial de la Armada, que
estaba preso desde antes del 11 de septiembre por el famoso proceso de la
subversión en la Armada. Un hombre alto, rubio. A él se lo eligió como jefe de
buzos. Salían en una "panga" -unos botes cuadrados y metálicos- a pescar y
traían mariscos, congrios, ostiones para presos y militares. Después se
preguntó: "¿Cuántos cocineros hay entre ustedes?". Y había hasta del Hotel
Crillón y del Hotel Carrera. ¡Sobraban cocineros! Ahí sí que mejoró la comida.
Fíjese que los presos me enseñaron a bucear. Salía con ellos a pescar..."
NADIE SE NEGÓ
- Usted llega allí en diciembre y permanece enero y parte de febrero.
¿Cuántos
prisioneros fusilaron?
- Como cuatro o cinco por semana. También hubo como cinco o siete fusilados por
droga. Recuerdo que a mí me tocó un hombre cojo, de apellido aymará, oriundo de
la zona. Me impactó, porque siempre me quedó la duda...
- ¿De qué duda habla?
- ... Siempre se habló que Mario Acuña era traficante. Y se rumoreó mucho en
Iquique que él ordenó que lo fusilaran porque pertenecía a una banda
contraria... Y a mí me tocó fusilarlo... Nunca lo pude comprobar. Yo pensaba que
estaba haciendo algo muy bueno por la Patria al eliminar a gente que
contaminaba, pero después, al correr de los años, me encuentro con la sorpresa
de que parece que fue ¡un ajuste de cuentas!
- ¿Supo de algún militar que se haya negado a ejecutar una orden de
fusilamiento?
- No, ninguno, ni siquiera suboficiales. Supe de gente que el mismo 11 de
septiembre se negó a ejecutar alguna orden o no estuvo de acuerdo y fueron dados
de baja de inmediato. Los hermanos Vergara, por ejemplo, uno de los hermanos
Jaque, el director de la Escuela de Artillería, el coronel José Domingo Ramos
Albornoz... Fueron presentados como traidores...
- Y salió de Pisagua más convencido que antes de que había que continuar con la
exterminación y
la erradicación del cáncer marxista.
- Sí... A pesar de que en Pisagua más de una vez me pregunté si ellos eran los
"enemigos que nos iban a matar a todos". Así fue, pero hay una cosa que hoy día
nadie recuerda y que fue determinante: a esas alturas, la base ideológica ya
estaba asentada. Esa arenga que traía el siguiente mensaje: "El mejor comunista
es el comunista muerto". Si el Estado socialista era lo malo, con el correr del
tiempo me he dado cuenta de que también el fascismo conduce al Estado
socialista, lo mismo el nacionalismo. Pero no lo pensamos en ese entonces...
[Fuente: Mónica González, publicado por el diario El Mostrador, Santiago de
Chile, 15 y 16ene01]
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