Tlahui-Politic. No. 14, II/2002
México - Mexico - Mexique
Mx: 06/23/02
De: Tlakalelxocoyoltzin - Sinarquistas
Para: Mario Rojas, Director de Tlahui
Título: El Zapatismo Posmoderno
La
opinión pública internacional dedicó cientos de notas periodísticas, decenas de
editoriales y artículos de opinión, y varias horas de radio y televisión a la
marcha que los representantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) encabezaron hace varias semanas a lo largo de un tercio del territorio
mexicano.
Respaldan a los zapatistas del siglo XXI centenas de miembros de la comunidad
internacional, mayoritariamente españoles, italianos y franceses, provenientes
lo mismo de colectivos de activistas solidarios y organizaciones no
gubernamentales simpatizantes, que de la esfera académica e intelectual.
¿Por qué llama la atención de la opinión pública internacional la insurrección
chiapaneca? ¿En qué se distingue de otros conflictos o movimientos armados del
resto del mundo? ¿Cuál es el futuro inmediato de la situación en Chiapas? Las
condiciones de pobreza y marginación no explican por sí solas el surgimiento de
una insurrección armada. Una situación de opresión y autoritarismo tampoco
basta para que se levanten en rebeldía grupos sociales. Para que el EZLN
declarara la guerra al Estado mexicano y a su ejército hizo falta la conjunción
de dos tradiciones de lucha. De un lado, la heredera de la guerrilla de los
setenta, clase mediera y mestiza, universitaria y curtida por la experiencia de
la derrota. De otro, la de la resistencia indígena chiapaneca que pervive desde
el siglo XVI. Ambas tradiciones coincidieron en un momento histórico
caracterizado por una pérdida de expectativas, propiciada por las reformas el
gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pero no se trata de una vanguardia revolucionaria que se monta en una clase
social oprimida para abanderar la revolución, sino de un movimiento de
sublevación en el que la categoría social movilizada y la élite que la dirige
vivieron un proceso de fusión que duró más de una década en la clandestinidad,
de preparación y aprendizaje mutuo, consiguiendo estructurar un ejército
simbólico que recurrió a la violencia durante 10 días, en 1994, y que no ha
vuelto a disparar un solo tiro en poco más de siete años.
La iniciativa gubernamental fue la que desplazó el campo de batalla de las
trincheras y los cuarteles hacia las mesas de diálogo y negociación. Fue el
mismo gobierno mexicano el que entrampó el proceso de paz al incumplir los
acuerdos logrados durante el periodo de Ernesto Zedillo. El conflicto
chiapaneco se trasladó a la arena de los medios de comunicación y la guerra se
desarrolló entre la propaganda oficial y la zapatista. El favor de la opinión
pública nacional e internacional ha sido el objetivo a alcanzar, y es en este
terreno, en el que el EZLN ha hecho despliegue de su capital simbólico para
estructurarse virtualmente como alternativa posmoderna en el concierto
internacional.
Para el ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México Pablo González
Casanova “el zapatismo aparece como un movimiento posmoderno,
extraordinariamente original y creador... cuando por posmoderno se entiende un
movimiento histórico que ocurre y aprovecha las experiencias históricas de los
proyectos anteriores socialdemócratas, nacionalista-revolucionarios y
comunistas, para no cometer los errores que aquellos cometieron; que hace suya
en lo que vale y en lo que le es útil la revolución tecno-científica de nuestro
tiempo, con todas las implicaciones que tiene en los conceptos, las imágenes y
los actos, en la información y la comunicación, en la dialéctica y el diálogo;
que relee el proyecto universal desde el proyecto local y nacional y que, sin
caer en las generalizaciones del saber único, tampoco se queda en los
particularismos, por hermosos que sean y por útiles que resulten para una
acción concreta.” El pasamontañas, la pipa y el ordenador portátil del
subcomandante Marcos han sido fetichizados por seguidores y detractores, pero
sería reduccionista agotar aquí la explicación de la respuesta internacional a
los zapatistas. Hay dos componentes adicionales: la causa indígena, legítima en
sí misma, y el discurso, la prosa de Marcos. Ambos elementos han sido
articulados exitosamente con un doble propósito: demostrar que la democracia
representativa no es verdaderamente incluyente de las minorías, y demostrar que
la economía de mercado no resuelve los problemas de pobreza y marginación. Esta
tesis sostenida en México por el politólogo José Antonio Rodríguez Quezada es
la que explica por qué los críticos del pensamiento único y de la tercera vía
(Touraine, Ramonet, Vázquez Montalbán, González Casanova) pretenden estructurar
un paradigma en el zapatismo del siglo XXI y por qué liberales y neoliberales
(Vargas Llosa, Krauze, Zedillo, los legisladores del gobernante Partido Acción
Nacional) ven en el EZLN el enemigo a vencer.
Vicente Fox, el primer presidente no priísta del México moderno, parece
entender que el reencauzamiento del conflicto a través de canales
institucionales es la mejor apuesta que puede hacer. Abrió sus cartas por esta
vía, se jugó un pulso con los legisladores de su propio partido y ha desplegado
una campaña en los medios para demostrar que su voluntad de llegar a acuerdos
es mayor que la del EZLN. Esta posición parte de una lectura que distingue al
zapatismo de otros movimientos como el MLNV, o el de las FARC en Colombia: el
EZLN tiene armas, organización y disciplina militares, pero no practica el
terrorismo, no ha cometido atentados ni se ha vinculado al narcotráfico. Tampoco
se plantea la independencia, ni la balcanización. Por el contrario, demanda que
Chiapas esté mejor integrado en el seno del Estado mexicano.
En el tramo que falta por recorrer, del diálogo a la negociación, el EZLN
tratará de evitar ser arrastrado por la democracia representativa y por la
legitimidad de Fox; intentará evadir su institucionalización como opción
política para mantenerse como movimiento con células sociales y civiles de
resistencia al proyecto económico del gobierno mexicano. Fox impulsa la legislación
en materia indígena, retira al ejército de la zona de conflicto y busca
solucionar el conflicto mediante el diálogo en el menor plazo posible. Dos
estrategias contrapuestas en un mismo largo camino hacia la paz en Chiapas.
Por Luis Castro Obregón
Centro de Colaboraciones Solidarias.
España, mayo del 2001.
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