Tlahui-Politic. No. 7, I/1999
Salvando la democracia
Jorge Oclander
Información enviada al Director de Tlahui. Puerto Rico a 11 de Marzo, 1999. Por momentos, el juicio a José Solís Jordán, el profesor puertorriqueño
acusado de haber colocado dos explosivos fuera del edificio de
reclutamiento de la Armada, al norte de la Avenida Cicero en 1992, suena
como si el Gobierno dijera: éste es un juicio contra un terrorista
dispuesto a matar y dañar con tal de obtener la Victoria, en una causa
que sólo es apoyada por una minoría.
Ejemplo: cuando un testigo describió los materiales usados para
ensamblar la bomba.
"Experimentamos con pólvora, fertilizantes y nitrato de amonio", dijo
Eddie Brooks, uno de los conspiradores (que ha confesado participación
en los hechos pero que no ha sido procesado), al describir las "pruebas"
realizadas en los parques de la ciudad de Chicago.
"Hey, eso es m.... grave", dijo Hacha Vieja. "Es lo que se usó para
destruir el edificio de Oklahoma City", dice mi amigo en referencia a la
bomba que mató a cientos de personas, entre ellas, docenas de bebés que
estaban en la guardería, hace cinco años.
En otros momentos, el testimonio en el Edificio de la Corte Federal de
Dirksen parecía haber salido de una comedia de Woody Allen.
"Dejé el grupo porque quería dedicarle más tiempo a mi novia", declaró
Eddie Brooks para justificar su abandono de la causa revolucionaria.
Sin mencionar que Brooks, el afroamericano invitado a compartir la
revolución, trabajaba para la Administración del Seguro Social y no
deseaba poner en riesgo su jubilación y los beneficios de seguro social,
en el caso de que se desintegrara el Frente Revolucionario Boricua.
O peor todavía, ¡que el movimiento triunfara y que el nuevo Estado
cancelara esos beneficios!
Imposible obtener un mejor libreto cinematográfico, que el drama
desarrollado dentro del recinto tribunalicio presidido por la jueza
Doris Manning.
Allí, Solís, un profesor simpático, está haciendo lo que puede para
convencer a los doce miembros del jurado de que no lo deberían enviar a
prisión por ser un terrorista pro-independentista, tan atiborrado de
literatura marxista, que considera el proceso de la vida como si fuera
un mero episodio entre los dilemas tácticos del nacimiento y la muerte.
"Este negro, Brooks, es demasiado", dice Hacha Vieja, del impecablemente
trajeado seudorrevolucionario. "Parece como si hubiera sido pateado de
los Musulmanes Negros y hubiera entrado al Frente sólo porque estaba
caliente y alguien le dijo que en la Revolución las minas son fáciles".
Cuando Brooks describió que el descontento de su novia sobre las muchas
horas que entregaba a la causa revolucionaria lo forzó a abandonar su
puesto de vanguardia, Hacha Vieja pegó un aullido, se dio vuelta, saltó
sobre su asiento y salió corriendo de la sala de audiencias.
Quince minutos después, había regresado. "Tenía que ir al baño. Me
estaba orinando en los pantalones, esto es demasiado cómico".
Es que toda la historia es demasiado extraña, particularmente cuando
testifica Rafael Marrero, el instigador del complot y principal testigo
del Gobierno.
Marrero, cuya apariencia física recuerda la versión puertorriqueña de
los muchachitos de la serie "Baywatch", dijo que se unió a sus camaradas
de armas de Chicago a fines de los ochenta.
"Suena como que no podía obtener suficiente apoyo para su república
socialista en la Isla, por eso vino a Chicago a jugar a la revolución y
a establecer la Tercera República de Humboldt Park en el noroeste de la
ciudad", me comenta Hacha.
El tema de la libido era un aspecto importante de la revolución.
"Tan pronto como llegó, se puso a tratar de seducir a nuestras mujeres",
dijo el líder independentista José López. Comentario confirmado
inmediatamente por una mujer parada cerca de López.
Después, Marrero conoció a la que sería su esposa (hermana de una
puertorriqueña convicta por actividades secesionistas durante los años
setenta), y tendría una hija. Mucho antes, en otra vida, Marrero tuvo
otro hijo a quien nombró Ernesto "Che".
"Hey", pregunta Hacha Vieja, curioso acerca de los pagos por manutención
infantil, "¿crees que los federales le retenían a Marrero el dinero para
la manutención de sus hijos? Creo que le retenían los reembolsos
impositivos".
Hacha tiene una forma muy particular de llevar los argumentos hasta su
esencia.
"La cuestión es simple, hermanito. O bien Solís puso las bombas enfrente
del edificio, o no las puso. Si las puso, merece la cárcel. Si no lo
hizo, 'ooops', el fiscal lleva las de perder", pontifica Hacha Vieja.
Después levantó al vista hasta el sello blanco y negro de Estados
Unidos, detrás de la jueza Manning.
"Me hubiera gustado que no hubiéramos tenido que acercarnos tanto a esta
podredumbre, como Marrero, para salvar nuestra democracia".
From: National Committee to Free Puerto Rican Prisoners prpowpp@aol.com
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